Documento sin título

Revista Sexología y Sociedad. 2013; Vol. 19, No. 2
ISSN 1682-0045
Versión electrónica


COMUNICACIONES

La construcción sociohistórica de los roles masculino y femenino.
Patriarcado, capitalismo y desigualdades instaladas*

The socio-historical construction of male and female roles.
Patriarchy, capitalism and installed inequalities

Lic. Alfredo Waisblat Wainberg, Lic. Ana Sáenz Berbejillo
Centro de Desarrollo en Salud Comunitaria Marie Lange

anasaenz19@gmail.com

Psicólogos, especialistas en la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC) y miembros del equipo docente del Centro de Desarrollo de Salud Comunitaria Marie Langer.

RESUMEN

El propósito de este artículo es plantear algunos elementos de análisis de la particular interrelación entre el patriarcado y el capitalismo, para situar la construcción sociohistórica de los roles masculino y femenino, y enriquecer el análisis de la desigualdad instalada.
Desde la concepción ProCC (Procesos Correctores Comunitarios) que parte de la construcción histórico-social de la subjetividad, se considera imprescindible plantear algunos ejes de la relación de las categorías y lógicas del patriarcado, como esquema de eficacia simbólica y práctica, con el capitalismo, que es hoy el sistema hegemónico de producción, tanto en su vertiente económica como en la de producción de subjetividad y de relaciones sociales. Esto permite dilucidar cómo el capitalismo se nutre de esas categorías y las subsume dándoles una nueva significación.
Se rescatan los Supuestos Falsos de la doctora Cucco como una poderosa herramienta conceptual que articula estas lógicas mostrando micromecanismos de la construcción de los roles «de hombre trabajador eficaz y de la mujer ama de casa».
Se plantea una consideración especial acerca de lo mucho que se ha pensado y actuado sobre la construcción del rol de la mujer, lo que ha permitido operar importantes transformaciones, no así sobre la construcción de lo masculino, que queda en el lugar de la «problemática silenciada del hombre», lo queconduce a altos grados de sufrimiento tanto en hombres como en mujeres, haciendo indispensable su visibilización y su trabajo.
Se señala cómo estos elementos que articulan los Programas ProCC permiten intervenciones eficaces en los procesos de transformación de las problemáticas de género.

Palabras clave:patriarcado, capitalismo, Procesos Correctores Comunitarios, Supuestos Falsos, problemática silenciada del hombre

ABSTRACT

The purpose of this paper is to propose some elements of analysis of the particular relationship between patriarchy and capitalism to trace the socio-historical construction of male and female roles back, and enrich the analysis of the inequality installed. From the ProCC (Community Correcting Processes) conception, based on the socio-historical construction of subjectivity, it is considered essential to propose some linking elements between the relationship of categories and logics of patriarchy, as a scheme of symbolic and practical efficiency, and those of capitalism, the current dominant production system, in economic terms and in the production of subjectivity and social relations as well. This allows to explain how capitalism nourishes on and subsumes those categories giving them a new meaning. The False Assumptions, created by Dr. Cucco as a powerful conceptual tool that articulates these logics showing micromechanisms of the construction of the roles of «effective working man and woman housewife», are reconsidered. Too much has been thought and acted on the construction of the role of woman, allowing major changes to take place, but not on the construction of the masculine, that stays within the «silenced problems of man», which leads to high levels of distress in both men and women, making its visibility and action indispensable. It is pointed out how these elements that articulate ProCC Programs allow effective interventions in the processes of transformation of gender issues.

Key words: patriarchy, capitalism, Community Correcting Processes, False Assumptions, silenced problems of man

1. Patriarcado, capitalismo y construcción de subjetividad

Cuando se habla de género o de la relación entre hombres y mujeres, el concepto de patriarcado es una herramienta imprescindible para entender y explicar la desigualdad instalada en la historia de nuestra sociedad. Mucho se ha escrito sobre el mismo y desde distintos puntos de vista. Nuestra intención, al retomar alguna de sus características, es profundizar articulaciones conceptuales y metodológicas que nos permitan continuar incidiendo en la transformación de esta realidad, desde el desarrollo de una práctica consolidada en los últimos treinta años.

Desde la concepción de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC) de la autoría de Mirtha Cucco, se hace imprescindible, para poder operar esa transformación, relacionar el patriarcado, como esquema de eficacia simbólica y práctica, con el capitalismo, que es hoy el sistema hegemónico de producción, no solo en su vertiente de producción económica, quizás la más conocida y cuestionada, sino también como productor de subjetividad y de relaciones sociales. Todo sistema social, a partir de las significaciones imaginarias sociales, estructura y determina un tipo de subjetividad que le sea afín y lo reproduzca.

El capitalismo no es solo un modo de producción económica, sino también un modo de producción social y subjetiva. Estamos con Izquierdo cuando señala que

La revolución capitalista es mucho más que una revolución en las fuerzas productivas, es una revolución total, porque no se limita a transformar radicalmente los modos de producción de bienes y servicios, de relación laboral, y de distribución de lo producido. Abarca también transformaciones radicales en el modo de establecer las relaciones de poder, de obtener obediencia y aceptación a las normas sociales, de satisfacer la necesidad de amar y ser amado, de dar sentido a la muerte, de concebir las relaciones entre generaciones, de construir las categorías de edad [1].

Si en el surgimiento del capitalismo hay una radical subversión de las relaciones de los individuos entre sí, entre estos y los objetos y con las instituciones, que a su vez determinan cambios en la construcción de la subjetividad, ¿no es lícito pensar también que tendrá una impronta fundamental en el ordenamiento de lo masculino y lo femenino?

Si bien dentro del capitalismo el patriarcado sigue «campando a sus anchas», ¿qué peaje paga para sostenerse de manera estable dentro de él?, ¿qué transformaciones debió sufrir para seguir siendo eficiente dentro de un sistema que impone transformaciones tan radicales a la construcción y sostenimiento de lo humano?, ¿qué categorías se construyen en el capitalismo que subsumen y transforman las relaciones patriarcales?

Entender esta particular interacción y construcción mutua entre patriarcado y capitalismo, nos permitirá construir los conceptos teóricos y herramientas metodológicas para intervenir eficientemente en la transformación de las relaciones de poder y desigualdad imperantes en este momento histórico social.

Desde la concepción ProCC, entendemos que el proceso de construcción de la subjetividad es histórico-social, y por ende la manera en la que nos construimos está ampliamente atravesada y determinada por la formación social que habitamos y nos habita. Cada formación social apunta a sostenerse desde corrientes de sentido que dicen lo que las cosas son; es decir, una realidad material no es por sí sola, sino que hay una realidad simbólica que la construye, que dice lo que son las cosas, obturando la posibilidad de cuestionar el punto de vista hegemónico de la significación de la realidad.

Estas formaciones imaginarias sociales determinan, por ejemplo, un disciplinamiento de la realidad material y simbólica, ya que dicen «lo que las cosas son» de manera hegemónica, violentando y obturando la posibilidad y la multiplicidad de formas de ser de las personas, de las relaciones entre las personas y las de estas con los objetos. De esta manera la subjetividad construida se acerca a lo que llamamos «sujeto ideológico buscado» (2).

La forma en la que se construye la subjetividad de una mujer o de un hombre, su manera de ser, de qué disfruta, de qué padece, de qué habla y de qué no habla, es una construcción sociohistórica que se escribe como guión con discursos y con prácticas sobre la realidad material de los cuerpos.

Nos interesa seguir profundizando en este aspecto, entender los mecanismos por los que estos discursos y prácticas sociales se hacen carne en las personas concretas, cómo se expresan en la vida cotidiana y cómo se expresan en una manera de ser hombre y una manera de ser mujer que generan muchísimo malestar, sufrimiento y dolor, mecanismos que son afines al sostenimiento y la reproducción de las condiciones del sistema. Así, tanto a unas como a otros, se les asigna, y a su vez asumirán, roles diferenciados determinados y determinantes en un guión que precariza la subjetividad y empobrece las vidas de las personas.

Mucho se ha pensado, escrito y actuado sobre la construcción del rol de la mujer; las categorías que la han atado y violentado pudieron comenzar a hacerse visibles y, como consecuencia, se pudo operar en la transformación de ese lugar. La lucha de las mujeres en su proceso de liberación del rol asignado y de la subjetividad construida consecuentemente con el mismo, ha sido ardua, dolorosa y efectiva. Pero ¿qué pasa con el rol del hombre?

Cuando se habla de género, como construcción histórico-social de un lugar simbólico, pareciera que solo se hablara de la construcción del género femenino, y que «se diera por sentado» que el hombre «es así», obviando las condiciones de construcción de un rol que es tan histórico-social como el de la mujer. En este proceso algo vuelve a «naturalizarse» y a invisibilizarse, y desde la historia de la humanidad hemos aprendido que es muy difícil hacer ciencia de algo invisible o de algo de lo que no se habla. Ocupa el lugar del impensado.

Desde nuestra concepción, consideramos que ese «impensado» desempeña un papel importantísimo en el sostenimiento de las condiciones hegemónicas del sistema capitalista y hablamos de «la Problemática Silenciada del Hombre». Entendemos que es imperioso trabajar desde este punto de vista para poder romper una concepción que fagocita tanto a hombres como a mujeres y construir las condiciones de posibilidad de relaciones más igualitarias.

Es imprescindible entender las categorías del patriarcado para comprender cómo el capitalismo se nutre de las mismas y las subsume dándoles un nuevo sentido. Las formas histórico-sociales en las que una subjetividad se expresa, están profundamente arraigadas a las formas de producción material y simbólica que determinan las prácticas. Si se desea transformar esa realidad, no se pueden obviar las formas en que lo instituido se transforma y sostiene dichas prácticas, una lógica que atraviesa las desigualdades e inequidades de género, pero que, a su vez, las engloba y las incluye en otra serie de desigualdades.

Revelar el guión social que se construye desde la lógica hegemónica del capitalismo, implica poder tomar distancia de las expresiones crueles y violentas que atraviesan el cuerpo social entero, así como los cuerpos sexuados en sus prácticas cotidianas. La tarea es desmontar el guión y no cambiar los actores para desempeñar los mismos roles.

2. Algunos ejes de la lógica del patriarcado. La construcción
de la «diferencia»

Entre los distintos puntos de vista que se fueron construyendo dentro del desarrollo histórico del feminismo, el concepto de patriarcado o de desigualdad tuvo distintas significaciones y distinto peso en sus desarrollos.

Según el feminismo radical, el patriarcado es una situación de dominación sistemática en la que los hombres particulares son los agentes activos de la opresión sufrida por las mujeres.

Según este enfoque, Alicia Puleo menciona los que considera los aspectos principales del patriarcado:

Los hombres tienen intereses específicos que les llevan a ocupar ese papel: la sexualidad (en tanto obtención del placer) y la reproducción (producción de los hijos). Pero no por ser estas dos las que consideran las principales dejaron de lado otros aspectos de dominación patriarcal como el laboral (explotación del trabajo doméstico no pagado), extracción de apoyo emocional que refuerza el ego masculino, etc. [3].

Cuando Kate Millet en Política sexual (4) revoluciona la concepción de los espacios públicos y privados al decir que «lo personal es político», está diciendo que los actos desde los que se ejerce el dominio y el poder se ejecutan en los actos cotidianos en apariencia privados y personales. Retomando lo dicho anteriormente desde nuestra concepción, la relación entre lo macrosocial y lo microsocial, entre la formación social hegemónica y las prácticas efectivas que dicha formación social determina en la vida cotidiana de las personas, en la intimidad de las subjetividades, es de interdependencia e interdeterminación.

Decir que es una «política», implica decir que depende de un proceso de construcción sociohistórico y, por tanto, no hay ninguna cuestión de esencias (masculinas o femeninas) ni fundamentos incuestionables que legitimen situaciones de desigualdad.

Ahora bien, hablamos de categorías que en sus corrientes de sentido determinan un sentido imaginario sobre lo que las cosas son. Es decir, una manera de pensar el continuo de la realidad con construcciones discretas sobre la misma. Nunca se mira desde una mirada ingenua, aunque esa misma mirada se naturalice al punto de hacerse automática e irreflexiva.

¿Desde qué lógica se construye la diferencia de los géneros? ¿Desde qué recortes de los atributos de la realidad se vale el patriarcado para la construcción de la diferencia? Ana María Fernández nos dice que desde una lógica «atributiva, binaria y jerárquica»:

a) «Atributiva, en tanto que otorga, atribuye a los predicados del sexo masculino la propiedad del modelo humano (hombre = Hombre); el otro género se constituye, por tanto, en términos de negatividad» (5).

Esta operación tiene dos consecuencias muy importantes:

  • Lo humano será «esencialmente» lo masculino; él será la medida de todas las cosas y modelo positivo de lo valioso. Lo masculino será lo sano, lo deseable, lo ético. Todo lo que se puede esperar de lo humano, se iguala con lo masculino. Esto genera el androcentrismo. Todo será evaluado desde estos parámetros; lo que entre dentro de estas categorías será positivado, lo que no entre en las mismas será excluido.
  • Si uno de los polos tiene el monopolio de las características de lo humano, el otro polo se definirá como negatividad, como margen. El otro polo casi queda fuera de las características de lo humano. Todo lo que no sea lo masculino, será margen o negatividad. La mirada masculina es el centro de interpretación de la realidad.

b) «Binaria, ya que alterna solo dos valores de verdad, siendo necesariamente uno verdadero y otro falso (no es A y B, sino A y no A)» (5).

¿Qué quiere decir que esta lógica tiene solo dos valores de verdad y que uno es verdadero y el otro es falso?

Si hablamos de las letras de nuestro idioma, decimos que existen A, B, C, D y así todo el abecedario. Considerando el universo del discurso de este modo, estaríamos hablando del orden de la diversidad, una diversidad de letras. Pero al ser binaria, solo hay dos lugares; estos dos valores no pueden ser A y B o A y C, ya que seguiríamos en la línea de la diversidad, sino que tienen que ser  A y –A: el positivo y su negativo.

No hay posibilidad de una diferencia; es que tiene o no tiene el atributo. Si  tiene todas las características que mencionábamos desde lo atributivo, entonces es A. Si no las tiene, entonces será –A. Como decíamos antes, será negatividad.

Solo hay dos lugares donde meter las cosas, no hay más. Esto tiene muchas expresiones desde lo patriarcal: lo activo y  lo pasivo, lo fuerte y lo débil, lo emocional y lo racional, lo público y lo privado, sujeto de derecho y objeto de derecho, sujeto sexual y objeto sexual,...

Si el valor y la definición de lo que es en positivo es lo masculino, se valorará desde allí cualquier diferencia; es decir, se medirá lo femenino en comparación con lo masculino.

Si no entra en uno, entra en el otro; si no entra en fuerte —a la manera de A, por supuesto—, entra en débil; si no entra en racional, entra en emocional. Se aplasta la diversidad y se sostiene una diferencia con dos valores, pero solo uno tiene valor de verdad. Esto deja las cosas especialmente listas para ver la siguiente característica de la lógica patriarcal.

c) Y esta lógica es también jerárquica «en tanto transforma uno de los dos términos en inferior, complemento o suplemento, negativo de aquello que lo hegemónico señala como lo uno, en tanto tal, falso, y en tanto tal, inferior» (5). Como primer paso, desde lo atributivo se da una identificación de los valores de lo humano con los del hombre; en el siguiente movimiento se da a estas atribuciones un valor de verdad que se desarrolla en lo masculino y acapara el valor de verdad; el tercer paso es un pequeño pasito para decir que uno es mejor y el otro es peor.

Todo lo que entre en A (en lo masculino), será superior; en consecuencia, todo lo que quede en –A, será inferior.

Si el valor de verdad lo da el ser del hombre, ya que hombre = Hombre, las características binarias que pertenezcan al hombre tendrán una jerarquía superior. El otro se transforma en complemento o en suplemento.

Desde aquí se construye la «noción de inferioridad», que da lugar a la misoginia y la ilusión de complementariedad, desde la situación mencionada de que solo hay dos lugares. Desde el mismo razonamiento, es «homofóbico», ya que no hay valor de verdad para lo que no cumple las categorías de lo masculino hegemónico.

Siguiendo lo propuesto por A. M. Fernández, la oposición entre lo público y lo privado entró en la lista de polaridades, junto con razón-sentimientos, inteligencia-intuición, palabra-emoción, poder-afecto, producción-consumo, eficacia-donación. Todos los últimos términos de esas polaridades se hallarían regidos por el principio constitutivo de la moderna vida privada: la sujeción de la mujer a la familia, a través del ingreso del hombre a la producción de lo público, sea por medio del trabajo, del poder o del lenguaje. La mujer a cambio se hallará a cargo de la producción del mundo privado y la racionalidad del espacio que es el de los sentimientos.

3. La diferencia oculta en la diferencia

Pero volvamos nuevamente a poner la mirada en las lógicas con las que miramos, naturalizamos o cuestionamos. En la misma construcción de la diferencia, si bien hay derroteros distintos para lo femenino y lo masculino, encarnados en los hombres y mujeres reales, algo vuelve a ser invisibilizado y, por tanto, fuera del plano de cuestionamiento. Desde lo atributivo hombre = Hombre, queda atada la construcción de lo masculino al deber ser («son la característica positiva»); desde allí el hombre tiene vedado cuestionar su manera de ser y de reflexionar sobre su condición. Su ser se naturaliza y se obvia la construcción del género masculino.

Sin embargo, pese a este «dado por sentado», pareciera que el hombre tiene que probar una y otra vez que es un hombre, tiene que poner en juego y en riesgo su ser, para lograr sostener una condición.

Desde la lógica binaria, en la que dijimos que solo hay dos valores de verdad, si no entra con todas sus cualidades en una, irremediablemente entra en la otra. Esto implica una «actitud vigilante» constantemente, para poder sostener «lo que de él se espera» y no perder el supuesto privilegio que esta lógica le otorga, sosteniendo todos los atributos con los que el imaginario social ha construido su identidad. Si se deben atravesar tantos avatares para demostrar que «se es un hombre», es porque también existe el riesgo de dejar de serlo. Paradoja: algo que se da por supuesto (valor: se le supone, como se decía en la milicia), algo que nunca es cuestionado en su génesis, puede perderse.

Y si a eso le sumamos la estructuración jerárquica, en la que todo lo que no entra dentro de la masculinidad hegemónica es femenino, y por tanto inferior, el hombre debe cuidarse bien de no mostrar ningún sentimiento, pasividad, emotividad, ingenuidad,… que lo dejarían en el lugar de femenino e inferior.

Qué rol de hombre se construye desde estas premisas? ¿Qué silencios y escotomas se generan desde estos movimientos epistemológicos? ¿Qué problemáticas y sufrimientos se generan y se silencian al mismo tiempo en «alguien que siempre debe dar la talla»?

4. Superando dicotomías. Los Supuestos Falsos

El advenimiento del capitalismo brindó un contexto ideológico para la construcción también de unos cuerpos sexuados y reordenó de un modo funcional a su funcionamiento las relaciones entre los sexos, transformándolas en relaciones de desigualdad entre los géneros. El nuevo orden social repartía papeles muy determinados para cada rol. En este sentido, la doctora Mirtha Cucco articula un cuerpo conceptual que denomina Supuestos Falsos. Los Supuestos Falsos son una poderosa herramienta conceptual que articula la lógica del patriarcado con la lógica hegemónica del capitalismo. «Falsos» en la medida que podrían ser de otro modo y no desde la obturación del surgimiento de significaciones distintas, pero eficientes ya que determinan la «materialidad» de los comportamientos cotidianos.

Si bien no es el objetivo de este artículo profundizar en este potente instrumento conceptual, brindaremos algún elemento para su conocimiento y entendimiento.

Siguiendo la línea de los Supuestos Falsos (6) y su aplicación e investigación desde la práctica de la Metodología ProCC, encontramos la construcción de un hombre como trabajador eficaz, expropiado de la capacidad de aprender con el reconocimiento del riesgo y del peligro, inútil en el sostén de los movimientos de su vida cotidiana, con dificultad de conexión con sus sentimientos, expropiado de su paternidad, inutilizado para el contacto enriquecedor con su pareja y construido como dependiente funcional. Es solidario con la construcción de la mujer como ama de casa, que considera su casa como su feudo, sus hijos como propiedad privada y su marido como su pertenencia, una mujer a la que también se le expropió la posibilidad de disfrute de su sexualidad, entre otras cosas, transformando «la M de mujer por la M de Madre», y desde allí la posibilidad de disfrutar de todas las dimensiones de su ser mujer. Quedan repartidos desde allí los espacios: el hombre en el «afuera», trabajando, vendido al mercado como fuerza de trabajo, como mercancía, y la mujer en el «adentro», asegurando que ese hombre no piense más que en lo que le toca, recogiéndolo, alimentándolo y abasteciéndolo para que al día siguiente vuelva a su lugar. La mujer, con el peso de la casa y los niños, tiene una carga de la que se queja. El peso es visible, pero este peso también encubre su poder de acción y legislación, que compensaría un lugar construido de «inferioridad».

No estamos diciendo que ese poder sea equivalente y simétrico al del hombre, ya que el hombre, desde el cumplimiento del rol, posee aún muchos de los atributos de poder provenientes del patriarcado para compensar el peso de su rol. La violencia estructural que constituye el sistema social, tiene una deriva importante aún entre el rol hegemónico del hombre y el de la mujer. Pero es importante visibilizarlo para lograr cambios en la lucha contra la desigualdad.

El hombre, en la apariencia de no tener la carga de los niños y la casa, no tiene peso visible. Por tanto, es un privilegiado; el hombre es «superior y poderoso». Ser trabajador y estar fuera de casa es un privilegio; el hombre no tiene carga. Por consiguiente, si es un privilegiado, no puede denunciar sus malestares, ya que de ese modo «atentaría» contra sus privilegios.

El hombre es un ser que implica un deber ser que se impone sin discusión: ser hombre es equivalente a estar instalado de golpe en una posición que implica poderes y privilegios, pero también deberes: el privilegio masculino es también una trampa.

Todas estas condiciones generan, como decíamos anteriormente, una problemática que no se piensa y de la que, por ende, no se habla. Pero esta «problemática silenciada del hombre» genera altos grados de sufrimiento tanto en hombres como en mujeres, haciendo indispensable su visibilización y su trabajo.

La subjetividad del hombre queda encerrada en su cárcel de «trabajador eficaz», de proveedor de la familia; y desde allí, será mejor padre y hombre cuanto más y mejor sea lo que lleve a casa. Esa será su tarea fundamental y uno de los signos más preponderantes de su identidad. El trabajo asalariado de hoy es heredero de toda esta violencia, implica las expropiaciones del hombre antes mencionadas y la invisibilización de las condiciones de construcción de este «trabajador». Pero de todos modos, como esto es invisible no puede oponerse a los supuestos privilegios que el hombre tiene «por derecho», no se puede quejar, no puede expresar su malestar ni sus emociones —es requisito indispensable desafectivizarlo para que pueda soportar todo este «horror civilizado»—, ya que cualquier queja atentaría contra su posición privilegiada, tal como se plantea en los Supuestos Falsos.

A partir de los movimientos de liberación de la mujer, queda más patente esta compleja arquitectura. Desde el esquema conceptual referencial operativo (ECRO) de los Supuestos Falsos, vemos la sutil construcción que implica «imaginarizar» la realidad. El hombre no tiene carga ni peso visible y, desde esta percepción «tramposa» de la realidad, la mujer hace pasar la construcción de su nuevo lugar a través de la conquista de los viejos «privilegios» del hombre. Salir y trabajar como él se transforma en modelo de «liberación», pero de este modo también se carga con las expropiaciones y dolores del hombre, sin llegar a recuperar todo lo expropiado propio de su condición femenina. Muchas enfermedades que eran de alta prevalencia masculina, pasaron a tener en los últimos tiempos una tendencia igualitaria.

Esto conduce a que los deseos de la mujer se centren en hacer aquello que «antes envidiaba al hombre», perdiendo de vista, por ejemplo, que su participación en el protagonismo social no implica un trabajo igual que el del hombre, sino independizarse de la propuesta de un tipo de trabajo (trabajo asalariado versus trabajo doméstico) que ha hecho al hombre, como trabajador, esclavo de una maquinaria trituradora de su fuerza vital, quedando subsumido su «ser hombre» en su «ser trabajador», y esto cargado de valor abstracto idealizado desde las significaciones imaginarias hegemónicas (7).

Es la violencia que está en la base de la construcción de los dos polos de la lógica binaria. El dominante es también dominado, pero mediante su dominio, lo que evidentemente no es nada desdeñable.

Se trata de un hombre que fue construido desde las lógicas que comentamos antes, como un ser omnipotente, activo, fuerte y capacitado para enfrentarse con lo público de un modo privilegiado, con los códigos adecuados para el aprendizaje, competitivo, jerárquico y con lazos sociales precarios. Un hombre que, desde la ecuación de hombre = Hombre, es igualado con lo sano, lo bueno, lo normal y, desde allí, carece de posibilidades de pensarse, de cuestionarse, de conectarse con malestares. Un hombre que ha naturalizado su poder, ¿no es ideal para la construcción de una nueva categoría, la de hombre trabajador asalariado, que debe vender su fuerza de trabajo al mercado?

Una mujer construida como negatividad, como complemento, como fragilidad, como madre y cuidadora, con los códigos de la afectividad y el cuidado y que ha hecho de ser madre y cuidadora su identidad, desplazando su sexualidad hacia la maternidad, quedando en el camino el derecho al placer, y quedando supeditado su ascenso al ascenso social de su marido, ¿no es ideal como reproductora de nuevos asalariados y para sostener a ese hombre con el fin de que vuelva a la mañana siguiente al mercado a dejar su piel?

Las condiciones patriarcales de desigualdad e inequidad siguen existiendo hacia lo interno y deben trabajarse en todas sus dimensiones. Pero hay un sistema opresor que determina con violencia real y simbólica  nuevas formas de subjetividad deshumanizada y enajenada en la consecución de beneficios económicos propios de la lógica del capital.

5. Algunos ejes de la lógica del capital

Como todos sabemos, el principal objetivo del capitalismo es la producción de capital en forma de dinero o riquezas. Es decir, la producción en este modelo de organización social no está guiada por la necesidad y el bien común, sino por la lógica del capital, que es la del incremento del plusvalor. Todo está en función de ampliar capital.

María J. Izquierdo nos señala: «Si bajo condiciones capitalistas de producción un ser humano encuentra felicidad, o al menos bienestar, se trata de un resultado no buscado, pues ni el bienestar ni la felicidad son el móvil de la actividad capitalista» (8). Para que esto se produzca, sosteniendo esta lógica, son imprescindibles una serie de condiciones (un tipo de sujeto, una concepción del trabajo, una determinada organización del tiempo,…). Pondremos la mirada solo en algunas de estas.

a) Dimensiones de la actividad humana. Haremos referencia a la categorización que nos aporta Agustín Morán:

[…] la actividad que hace humano al ser humano es el resultado de diversas actividades (trabajo, política, lenguajes y pasiones) que no se producen aisladas unas de otras, sino sintetizadas e integradas en la vida humana. A efectos analíticos podemos separarlas e intentar definirlas en su especificidad, pero sin olvidar que no hay afectos sin trabajos, ni trabajos sin afectos; no hay trabajos sin lenguaje, pasiones y política, pero tampoco política sin trabajos, pasiones y lenguaje [9].

Trabajo: «El trabajo es la actividad encaminada a la producción de los medios materiales de vida de las personas, a través de una división social y del metabolismo con la naturaleza. El trabajo asalariado es la forma que adquiere el trabajo, en los últimos doscientos años, bajo la dominación social del capitalismo. El trabajo asalariado oculta otras formas de trabajo, como el trabajo de cuidados» (9).

La intersubjetividad-cultura-lenguaje: Es el desarrollo de los símbolos y de la expresión artística, y sobre todo el habla, como estructura de mediación entre la realidad y nuestra conciencia de lo real. El lugar donde confluyen lo objetivo, lo que existe fuera de cada uno de nosotros, y lo intersubjetivo, el significante que tiene un significado análogo para todos nosotros. Lo que creamos para desarrollarnos.

La política: Consiste en la actividad de tejer tejido social. Es la acción de pensar tu comunidad, el compromiso con lo que pasa en ella, tomar decisiones para vivir,… (la deliberación sobre las formas y fines de la producción, el consumo, la distribución, la asignación de recursos, la manera de cuidar y ser cuidados, las formas políticas de coordinación y representación social). «Todo ello asociado, hecho desde lugares sociales y no desde apartados separados de la sociedad. La división sexual del trabajo y la separación de la vida social en una esfera pública de hombres (el mercado) y una privada de mujeres (la familia) constituyen un hecho político de primera magnitud que condiciona el conjunto de las relaciones sociales» (9).

Las pasiones: «Los seres humanos además de seres racionales, sociales, somos también un trozo de materia, de naturaleza, cuyos movimientos están condicionados no solo por la razón sino por las leyes de la física y de la química. Esta sería la actividad de las personas más anclada en la naturaleza. Esto es un territorio opaco a los ojos de la razón» (9).

El trabajo capitalista subsume esas dimensiones y capacidades, y organiza el tiempo de vida en la lógica de la rentabilidad. Se uniformizan los tiempos de vida (de cuidados, de participación social, de gozo, de actividad y creación cultural) bajo la regulación del tiempo de trabajo que produce capital, o sea plusvalor. Esta subordinación del tiempo de vida, de trabajo y de cuidados al tiempo de trabajo asalariado se naturaliza, no se muestra como la causante de la degradación del trabajo y de las relaciones humanas. La vida de la población asalariada no tiene como fundamento la existencia social, sino, en el mejor de los casos hoy en día, sobrevivir. La participación social y la autoestima de la gente dependen de la participación en la producción y el consumo de mercancías (y todo esto anudado a nuestro imaginario y a nuestro deseo).

b) Concepción del trabajo. Que haya seres humanos que se conviertan en mercancías —es decir, que tengan que vender su fuerza de trabajo para conseguir un salario que les permita subsistir—, significa varias cosas. Una de estas es que no pueden ser todos los seres humanos, porque si no ¿qué hacemos con ese tiempo de la existencia que necesitamos ser cuidados? De esta manera, el colectivo en el que recayó de forma más mayoritaria esta cuestión fue en el de los varones, creándose los asalariados y al mismo tiempo construyéndose poco después una nueva figura: el ama de casa. Las actividades de ambos en el capitalismo, tanto el trabajo asalariado como el de cuidados que mayoritariamente iban a desempeñar las mujeres, quedan subsumidos en el movimiento del capital. El trabajo que realizan los hombres queda visibilizado, pero el de las mujeres, al no ser una mercancía —y recordemos que en el sistema capitalista lo que se tiene en cuenta, porque es lo que se considera importante, son las relaciones mercantiles; a lo demás no se le da importancia—, se hace invisible, cuestión que actualmente se está modificando.

La construcción de la figura del «ama de casa» se fue materializando a través de significaciones imaginarias sociales como la sacralización de la mujer como madre (providencialmente dotada para educar, sacrificada, abnegada,…), la identidad forjada en clave de sentimiento, ser de otro, dócil,… Se dignifica a la mujer dándole un lugar, pero se le coloca en una posición de sometimiento (convirtiéndose también en agente de estructuración social: disciplinar al compañero, policía interno de lo privado,…).

La construcción del «trabajador asalariado eficaz» (ganador de pan) tiene que ver con el ser fuerte, rudo y sin sentimientos, una identidad construida desde el tomar, poseer y afirmarse usando la fuerza si es preciso, alejando al hombre del ámbito familiar y, por tanto, de los hijos. El valor del padre tiene que ver con el dinero que puede conseguir, y posteriormente tendrá que ver con esto y con el éxito. Con el salario adquiere una posición objetiva de poder, pero enajenado.

Se organiza así la vida de las personas en función de esa lógica, de manera que las dimensiones humana y social de las personas quedan subordinadas a las necesidades de la reproducción ampliada del capital.

Como señala Cucco:

Consideramos muy importante poder abordar el trabajo de los roles masculino y femenino desde una concepción estructural, entendiendo la construcción de dichos roles acorde a la formación económico-social que les da lugar. Esto nos permite descifrar la alta ingeniería, que en la lógica del Capital, conllevan los roles asignados-asumidos masculino y femenino, pudiendo tomar como ejemplo paradigmático lo que hemos llamado «el rol del hombre trabajador» y «el rol de la mujer ama de casa».

Partimos de la base de que no hay personas o cosas a las que se agreguen cualidades por estar en el sistema capitalista, sino que la relación capitalista es a condición de estar mediada por personas y cosas capitalistas. Así, la conciencia mitificada de los capitalistas es una condición del funcionamiento de una economía capitalista [6].

c) Trabajo asalariado: Una condición necesaria del capitalismo es la construcción de una clase social (los asalariados), porque es necesario que haya seres humanos que se comporten como mercancías, es decir, que vendan su fuerza de trabajo y se conviertan en asalariados. Esto no había existido anteriormente; se fue gestando desde finales del siglo xv en un proceso a «sangre y fuego» que fue separando al trabajador de sus medios de subsistencia.

Este fue el punto de partida: separar a grandes masas humanas de sus medios de subsistencia y producción arrojándolos al mercado de trabajo. Esta expropiación se disfrazó de «liberación» de los siervos, y al no haberse asegurado los derechos que tenían sobre sus tierras, los forzó a volver a someterse a diferentes «amos» (los capitalistas, el mercado). Fue un proceso brutal en muchos casos. De todo esto, llamado acumulación originaria, nos habla Marx en El capital:

Los expulsados por la disolución de las mesnadas feudales y por la expropiación violenta e intermitente de sus tierras —ese proletariado libre como el aire— no podrían ser absorbidos por la naciente manufactura con la misma rapidez con que eran puestos en el mundo. Por otra parte, las personas súbitamente arrojadas de su órbita habitual de vida no podían adaptarse de manera tan súbita a la disciplina de su nuevo estado. Se transformaron masivamente en mendigos, ladrones, vagabundos, en parte por inclinación, pero, en los más de los casos, forzados por las circunstancias. De ahí que a fines del siglo xv y durante todo el siglo xvi proliferara en toda Europa occidental una legislación sanguinaria contra la vagancia.

d) Individualismo metodológico: Una condición imprescindible que nos interesa señalar, es que para que todo esto fuera posible tenía que articularse un tipo de subjetividad, un sujeto con unas características. Esto se hizo a través del desarrollo del individualismo metodológico como creación de categoría filosófica, que luego se llevó a categoría psicológica y a otros ámbitos, porque el capitalismo necesita un sujeto individualista. Nos referimos a un conjunto de teorías que desarrollan una concepción del ser humano como individuo «libre» de ataduras, alejado de la comunidad, produciéndose el alzamiento del «individuo» sobre las ruinas del ser humano como ser social, en palabras de Agustín Morán (10). Para que se desarrolle el capitalismo, el individuo no puede formar parte de una trama social en la que se le asegure unas protecciones. No puede ser un siervo que está protegido por su señor (aunque con servidumbres), sino que se desarrolla la idea del ser humano como ser aislado, «libre» y pre-social, y desde el cual se explica la sociedad por su accionar. El individuo es la célula desde la que se explica la sociedad. Es un ser desposeído de sus determinaciones sociales, ser de deseos ilimitados que utilizará su razón no para limitar su deseo (reconocimiento al otro), sino que la razón es un instrumento para conseguir sus deseos ilimitados. Se considera al ser humano por naturaleza como alguien que persigue sus deseos per se y que no puede acudir a la razón para dominarlos. Estas teorías parten de la noción de un individuo aislado y previo al hecho social o político. El individualismo metodológico describe —y prescribe— a un individuo a partir del cual se construye la sociedad. En este paradigma la libertad de los individuos tiene que ver con la persecución de su interés individual; por tanto, para la conquista de la misma se trata de eliminar los obstáculos que la impiden.

La subjetividad se presenta al modo de un yo empobrecido en la mayoría de sus dimensiones, con una fragilidad narcisista que determina una modalidad de encuentro con la alteridad y con la diferencia, y dificulta el reconocimiento del otro, como par y diferente.

Este tipo de relación con los demás entorpece la construcción de un proyecto identificatorio, ya que el otro pasa de ser un posible facilitador o un compañero a ser una extraña amenaza que nos paraliza, o bien un objeto «funcional» a la medida de la satisfacción de mis propios deseos. Esta sociabilidad precaria no hace más que sostener la construcción de subjetividades incluidas en los Supuestos Falsos.

En este tipo de sociabilidad (la sociabilidad capitalista), los vínculos son algo funcional, algo que ejercemos pero que no vivimos como constituyentes, sino como algo amenazante. Dentro de este escenario, solo un vínculo nos promete la eternidad y la completud del yo, solo un tipo de vínculo ofrece la posibilidad de un yo ideal inalterable y la promesa de una completa satisfacción: el vínculo con el mercado. Como decía Marx, las relaciones entre las personas se transforman en relaciones entre cosas, mientras que se antropomorfiza la relación con las cosas. El mercado aparece como un ente vivo y proveedor que, a través del consumo, promete la posibilidad de lograr una satisfacción completa. Un psiquismo construido de esta manera precaria, determina la emergencia sociohistórica de un sujeto ávido de imaginario social.

Sin embargo, no habría ser humano individual, persona, sin el hecho social, sin la sociedad. Tampoco habría sociedad sin personas, sin individuos sociales, que solo pueden individualizarse desde su dimensión social previa. El ser humano es condición y consecuencia de lo social, y es falso que todos los seres humanos sean iguales (obrero y empresario, por ejemplo). Sin la vida social, no hay racionalidad.

Si se deja de lado esta naturaleza histórico-social del hombre, se priva a la psicología de su concreto histórico, y se hace de ella una ciencia del psiquismo de un hombre «en general», naturalizando como saludable el concepto hegemónico de individuo-individualista, especie de «individuo privatizado», cuya socialidad es realizada en el mercado a través de relaciones indirectas y mediadas, donde el acto cooperativo y de lazo social se genera después de haber sido expropiado de él [11].

Se crea un paradigma, que es el que se mantiene aún y en un grado más salvaje, de un individuo que persigue sus deseos y sus intereses exclusivamente individuales, cuyo objetivo es maximizar el placer, entendiéndose que la libertad individual consiste en eliminar los obstáculos para satisfacer deseos propios individuales. Esto es muy diferente a entender que la libertad individual consiste en la «capacidad para elegir entre el bien (lo que tiene en cuenta, además de mis deseos, las necesidades de los otros produciendo seguridad para todas y todos) y el mal (al tener en cuenta exclusivamente mis deseos, pero no los deseos de los demás, lo que produce es competencia e inseguridad)» (12). Se trata de construir individuos que estén dispuestos a vivir una vida basada en la producción y el consumo de mercancías.

En la actualidad estaríamos en la categoría más salvaje de individualismo metodológico. Cucco señala:

[…] nos encontramos con la propuesta de un hombre torpemente vivo, con vulnerabilidad a las heridas narcisistas, inhábil en el reconocimiento del otro, en el manejo de los conflictos y en el sostén de un vínculo, con predominio de defensas primitivas y gran sentimiento de vacío o de pérdida de sentido [13].

Hoy también sigue habiendo acumulación originaria, un sujeto que sigue siendo mercancía y necesita vender su fuerza de trabajo en un mercado atravesado por la globalización económica, que además es lo que se ha ofrecido y se ofrece como liberación a las mujeres, una organización de la vida en función del trabajo que produce capital (plusvalor).

6. De todo esto, ¿en qué ponemos nosotros la mirada?

Dentro de las desigualdades instaladas (estructurales) desde el punto de vista de género ponemos la mirada en la construcción de la subjetividad y, desde ahí, abordamos algunas cuestiones en común de hombres y mujeres, pero también trabajamos la especificidad desde el recorrido de la identidad masculina y femenina construida desde el capitalismo, así como los cambios que se han dado.

Las condiciones patriarcales de desigualdad e inequidad, siguen existiendo hacia lo interno y deben ser trabajadas en todas sus dimensiones. Pero hay un sistema opresor que determina con violencia real y simbólica una subjetividad deshumanizada y enajenada en la consecución de beneficios económicos.

Esto es lo que se refleja en la construcción de los Supuestos Falsos, conceptualizados por la doctora Mirtha Cucco dentro de la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC), un instrumento teórico construido en base a muchos años de experiencia en el campo de la investigación y la intervención. Esta construcción nos permite la elaboración de programas con mucha potencia de transformación, ya que se trabaja dialécticamente la relación entre lo constituido, la subjetividad masculina y femenina, y lo constituyente, que son las formaciones sociales hegemónicas a partir del imaginario social. Se trata de un esquema explicativo de gran potencia que permite trabajar lo que llevamos en vena, descubrir los atrapamientos o las dificultades y dolores de hombres y mujeres, desencuentros, sobrecargas, soledades, desamores, vacíos de proyectos,…

Para trabajar ese proceso de construcción del sujeto individualista afín al sistema, para descentrar microprocesos y micromecanismos que nos siguen dejando en una estructura capitalista, aportamos el Método de Grupo Formativo. Desde ahí abordamos la construcción de la subjetividad como hombres y como mujeres, y la apertura a la capacidad instituyente para las nuevas construcciones femeninas y masculinas.

Nuestros Programas ProCC están dirigidos a incidir en los discursos y las prácticas, las cristalizaciones efectivas de lo imaginario en los comportamientos. Y lo que se pretende con esta intervención, es develar aspectos invisibilizados en la Normalidad Supuesta Salud, responsables de los malestares, generando grados de independencia de lo instituido, lo que conduce a cambios en los comportamientos cotidianos. Por ejemplo, comprender, «desde dentro», que determinadas cuestiones del papel de la mujer no son «naturales», sino asignadas desde la institución de lo hegemónico social, posicionará a las mujeres de modo diferente frente al cambio, y no solo desde lo racional. Este develamiento, sin embargo, no es sencillo, ya que en lo instituido, además de la eficacia de los mecanismos con que opera, debe resaltarse la presión ejercida por el nivel del consenso social.

Así, por ejemplo, como señala Cucco: ¿cómo, aunque implique sufrimiento, sacrificio y la abnegación de entregar la propia vida, dejar de ser una buena madre eficientemente imprescindible tal como está instituido? o ¿cómo, aunque se viva algo de estafa en ciertos planteamientos de cambio que implican vaciarse de ella misma, de hombre y de hijos, no responder desde los cánones vigentes de mujer liberada? (14).

En el caso del hombre, desocultar tampoco es fácil. Desde lo dicho en todo el trabajo, y por las características de la construcción del rol del hombre, insistimos también en decir que existe una problemática silenciada del hombre que es imprescindible develar, poner palabra y trabajar. Una problemática que le tapa la boca y lo instituye en un rol estanco, y que sostiene desde el silencio toda una estructura de dominación.

¿Cómo, aunque haya una subsunción de la propia vida detrás del trabajo, dejar de operar con que «eres un buen hombre si eres trabajador»? Esto responde a las necesidades de un sistema que requiere de una fuerza de trabajo siempre disponible en el mercado y librada a la libre competencia, y es uno de los consensos sociales mejor articulados.  De igual modo, ¿cómo, por ejemplo, dejar de ser fuerte cuando plantearse otro rol, ocuparse de los afectos, de la paternidad y de las tareas domésticas, es visto como hacer «de mujer» en su casa y signo de debilidad desde lo establecido?

Hay entonces cuestiones propias que las mujeres deben trabajar por su cuenta para escapar del androcentrismo y la dominación del sistema patriarcal. La mujer ha logrado hacer visible el dolor y la desubjetivación que los roles construidos han marcado en su piel, el dolor de la negatividad y la marginalidad.

El hombre debe comenzar a cuestionar una identidad que brinda tantos privilegios como dolores, debe ser consciente de que recuperar lo que se le ha expropiado le permitirá tomar distancia del imaginario social hegemónico y transitar espacios que siempre le resultaron ajenos, pero hay un trabajo que deben realizar juntos para dar visibilidad a un enemigo que aplasta las subjetividades humanas y que violenta las necesidades de las personas en función de su propio sostén y reproducción.

Incluir en nuestro paradigma la problemática del hombre, enriquece nuestra mirada y nuestra intervención. No nos quedamos en miradas dilemáticas y reduccionistas en las que uno es «el agente de la dominación del otro»; estamos de acuerdo en que ha habido y hay una dominación del hombre hacia la mujer, pero añadimos a esto que él también ha estado y está dominado, y desde ahí incorporamos el análisis y trabajo de cómo se fueron construyendo la identidad masculina y los cambios que se han dando en ese proceso de construcción.

Intervenir en la problemática silenciada del hombre, nos permite incidir y trabajar estratégicamente procesos de transformación de la problemática de género. Podemos valorar los cambios logrados en la lucha por la liberación de la mujer; pero incorporar también una lectura que incluye la construcción social del rol del hombre, nos permite ver con más claridad dónde se mantienen las viejas desigualdades y se construyen nuevas alienaciones en la vida cotidiana, así como potenciar la capacidad instituyente para encontrar formas de construirnos más saludables.

Notas

*Trabajo realizado a partir de las comunicaciones presentadas por A. Waisblat y A. Sáenz en la mesa redonda «La construcción sociohistórica de la existencia. Patriarcado, capitalismo y desigualdades instaladas», en las Jornadas «Roles femenino y masculino a debate», realizadas en Bilbao, 28 y 29 de enero de 2011.

Referencias bibliográficas

1. Izquierdo MJ. Cuando los amores matan. Madrid: Ediciones Libertarias; 2000:32.
2. Cucco M. Un enfoque, una línea de trabajo que intenta penetrar en la comprensión de nuestro ser social. Ponencia en el Seminario «Las bases psicosociales del comportamiento agresivo». Fundación Pablo Iglesias, Madrid; 1986:8. Disponible en: www.procc.org.
3. Puleo A. Diez palabras clave sobre mujer. Cap. 1. Navarra: Editorial Verbo Divino; 1995:23.
4. Millet K. Política sexual. Madrid: Ediciones Cátedra; 2010.
5. Fernández AM. La mujer de la ilusión. Buenos Aires: Editorial Sudamericana; 1994:39.
6. Cucco M. Hombres y mujeres ¿sólo un problema de rosa y azul? La formación del sujeto que somos. Capitalismo, relaciones sociales y vida cotidiana. Nuestra Ciencia. Revista del Colegio de Psicólogos de la provincia de Córdoba-Argentina 2010; 14:37-46. Disponible en: www.procc.org.
7. Cucco M. ProCC: una propuesta de intervención sobre los malestares de la vida cotidiana. Buenos Aires: Atuel Ediciones; 2006:149.
8. Izquierdo MJ. El malestar en la desigualdad. Madrid: Ediciones Cátedra; 1998:230.
9. Morán A. Trabajos. Actividad. Capital. Naturaleza humana. Material entregado en el curso «Introducción a la lectura de El capital de Karl Marx», organizado por el Centro Marie Langer de Madrid. Madrid: CAES; 2006.
10. Morán A. El individualismo metodológico. Aportes para la comprensión del sujeto roto actual. Madrid: Centro Marie Langer; 2002.
11. Cucco M. El método del Grupo Formativo. Sus principios metodológicos. I Taller Nacional de Coordinadores de Grupo Formativo, La Habana; 2004. Disponible en: www.procc.org.
12. CAES. Constitución. Globalización. Precariedad(es). Individualismo. Disponible en: http://www.rebelion.org/noticias/2005/2/11565.pdf
13. Ob. cit. 7:76.
14. Ob. cit. 7:81.

Bibliografía

Castoriadis C. La institución imaginaria de la sociedad. Vol. II. Buenos Aires: Tusquets; 1989.

Cucco M. El Grupo Formativo como método para la intervención comunitaria sobre los malestares de la vida cotidiana. Tesis doctoral. UCM, Madrid; 2005.

Cucco M, Córdova MD, Rebollar M. La intervención sobre los malestares de la vida cotidiana. Aportes de la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios. Madrid: Nuevos Escritores; 2010.

Waisblat A. Cosa de hombres. Tesina presentada para la obtención del título de especialista en la Metodología de los Procesos Correctores Comunitarios (ProCC), La Habana, 2008. Disponible en: http://www.procc.org/pdf/TESINA.Alfredo.Waisblat.pdf.

Digitografía

CAES: http://www.nodo50.org/caes/area_pensamiento/relacion_salarial_sindicalismo_anticapitalista/curso_sindicalismo/globalizacion_sindicalismo_estado_espa%F1ol/pdfs/para_
salir_del_mercado_estado.pdf

Fecha de recepción de original: 31 de octubre 2013
Fecha de aprobación para su publicación: 4 de diciembre  2013

Enlaces refback

  • No hay ningún enlace refback.