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Revista Sexología y Sociedad. 2014; 20(2)
ISSN 1682-0045
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El género, una variable normal en la construcción de la identidad sexual: aportes, fantasmas, evolución

Gender, a normal variable in the construction of sexual identity: contribution, ghosts, evolution

 

Dra. Marie-Laure Peretti

Doctora en Psicopatología Fundamental y Psicoanálisis, y psicoterapeuta

marielaure.peretti@gmail.com

 

Resumen

El trabajo analiza los debates acerca de la relación sexo-género-sexualidades desde diferentes perspectivas disciplinares y aportes de diversos autores desde presocráticos hasta R. J. Stoller y J. Butler. Examina retrospectivamente las etapas que precedieron la aparición de género como  una construcción, con la alta vigilancia de las normas societales, codificadoras de los comportamientos llamados «femeninos» o «masculinos» según el orden establecido —quien salga de ese dogma, entra en lo fuera de norma: la anormalidad—, y  los fantasmas asociados (anamorfosis) a este, para concluir en que género es una variable en la construcción de la identidad sexual. Sea cual sea su construcción, posee siempre las mismas influencias parentales y societales; todo lo que se aparte de la norma, conduce a la exclusión y al encerramiento. La construcción de género tiene en cuenta la complejidad de la identidad sexual, es decir, la discontinuidad fundamental entre el sexo biológico, el género social, la sexualidad y el deseo.

Palabras claves: sexo, género, sexualidad, identidad sexual, fantasmas

Abstract

Gender, a normal variable in the construction of sexual identity—Contribution, ghosts, evolution

This paper analyzes the debates about the relationship among sex, gender and sexualities from different disciplinary perspectives and contributions of many authors, from pre-Socratics to R. J. Stoller and J. Butler. It retrospectively studies the stages that preceded the emergence of gender as a construction with a high monitoring of social standards encoding the so-called «male» or «female» behaviors according to the established order—whoever disobeys this dogma is non-standard: an abnormal—and the ghosts related to it. This paper concludes that gender is a variable in the construction of sexual identity. Whatever the construction, it always has the same parental and society influences; everything that does not respect the standard will be excluded and secluded. Gender construction takes into account the complexity of sexual identity, i.e., the fundamental discontinuity among biological sex, social gender, sexuality and desire.

Key words: sex, gender, sexuality, sexual identity, ghosts

 

La curiosidad —la única especie de curiosidad, en todo caso— vale la pena
de practicarse con un poco de obstinación: no la que trata de asimilar
lo que conviene conocer, sino la que permite depender de sí misma.
[…] En vez de legitimar lo que ya se sabe, […] comenzar a saber cómo
y hasta dónde sería posible pensar de otro modo.

Michel Foucault. Historia de la sexualidad (1).

 

Introducción: la no concordancia entre sexo, género y sexualidad

La no concordancia entre el sexo (biológico, natural), el género (societal, constructo) y la sexualidad (deseo particular de cada quien), que se expresa de forma popular con el abarcador vocablo de concepto de género, se encuentra relacionado con los grandes debates de la sociedad contemporánea. Estamos obligados a constatar que la trilogía sexo-género-sexualidad, analizada a porfía por todas las autoridades en materia de psicología, psicoanálisis, psiquiatría, antropología, filosofía y sociología, entre otras, se topa con un rechazo absoluto a escuchar cualquier argumento de la hermenéutica de la conceptualización del «género». Los defensores de la norma sexual (sexo, género o sexualidad), que solo pueden situarse dentro de la heterosexualidad, se  agarran a esta de forma obstinada, prediciendo que ese concepto nos conduce directamente al caos de la civilización. El concepto de «género» está maltratado y mal interpretado, es el lugar de todos los fantasmas y todas las proyecciones, y no tiene en cuenta la complejidad de la identidad sexual.

Primera parte. Desconexión de las tres instancias: sexo, género, sexualidad  

I. El concepto actual, Judith Butler

Los «estudios de género», cuya más célebre representante es Judith Butler, muestran que el género es una construcción social y cultural, y no un elemento inmutable de la naturaleza. La traducción como «teoría del género» no tiene en cuenta el hecho de que los «estudios de género» no son tanto una teoría como un campo de investigaciones y de estudios sobre el género.

El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad de Judith Butler, publicado en los Estados Unidos en 1990 y en Francia en 2005, anuncia que el género es un comportamiento adquirido, una performance en la que se nace niña o niño.

Se trata de una construcción con la alta vigilancia de las normas societales que codifican los comportamientos llamados «femeninos» o «masculinos» según el orden establecido bajo la doble exhortación:

·        un sexo varón se inscribe en un devenir del género masculino;

·        un sexo hembra se inscribe en un devenir del género femenino.

La heterosexualidad es la única unión posible entre los dos con vistas a la procreación. Quien salga de ese dogma, entra en lo fuera de norma, la anormalidad. Nuestras sociedades occidentales producen normas que aseguran una dominación del género masculino y de la heterosexualidad.

El mérito de Judith Butler es haber desconectado las tres instancias. La instancia del sexo biológico no presagia en nada la del género, que se forja con la ayuda de su medio, no más que la de su orientación sexual, que puede revelarse como heterosexual, homosexual, bisexual,… Las combinaciones son múltiples según el género adquirido, reivindicado por la persona. Un sexo varón puede adquirir un género femenino y un devenir heterosexual u homosexual, según que su elección de objeto sea masculino o femenino.

Una formulación muy mal comprendida es la que declara la existencia de una equivalencia o una conformidad entre el sexo biológico y su especificación. De estas tres instancias, solo el sexo biológico es inmutable. ­¿Hasta cuándo? Ciertos biólogos proponen una influencia del medio en la formación de los gametos sexuales.

II. La génesis del concepto de «género», sus aportes

No se podría hablar en la actualidad del concepto de género sin examinar retrospectivamente las grandes etapas que precedieron su lenta aparición, su elaboración y sus aportes sucesivos durante su historia.

El mito fundador de lo masculino y lo femenino. Lo masculino y lo femenino se basan históricamente en el mito fundador del hombre cazador, base de lo masculino combativo y agresivo, y de la mujer dependiente, reducida a la pasividad y la fecundidad. Este montaje de la división de la humanidad en dos géneros, con ocupaciones y comportamientos diferentes, se desmorona, se derrumba.

La prohibición inicial, la Biblia. La primera norma societal se relata en el Antiguo Testamento: «No vestirá la mujer hábito de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace» (2).

Esta prohibición inicial se repitió hasta el siglo xviii, el cual vio el triunfo del dogmatismo religioso y su declinación, y más tarde el surgimiento de la medicina laica.

Los primeros movimientos feministas, las sufragistas británicas. A comienzos del siglo xx, las sufragistas británicas reclaman una evolución dentro de la igualdad hombre–mujer. Sus reivindicaciones del nuevo derecho se inspiraron en la Revolución Francesa con el fin de hacer evolucionar la condición, los derechos y los poderes de las mujeres. Fue el comienzo histórico de los movimientos feministas societales.

La descriminalización del homosexual, la psiquiatría alemana. Al descriminalizar al sodomita, la psiquiatría alemana lo inscribe en el registro médico de la perversión. No hace «entrar» al homosexual en el lenguaje de la ciencia, sino que lo construye como sujeto de cierto tipo de existencia patológica (3), primero en el contexto causal de la teoría de la degeneración en curso en el siglo xix, cuando la homosexualidad se consideró hereditaria, sobre la base de un sustrato anatomofisiológico. Ahora los homosexuales son convictos de locura con conciencia (4).

El individuo homosexual nace, pero se le reduce por completo solamente a su sexualidad. El homosexual se pliega al conocimiento médico: un sujeto construido  médicamente. Si se pliega al conocimiento médico, de la misma forma se muestra muy crítico consigo mismo y, con ayuda de numerosos testimonios, reclama que no se le categorice dentro del registro de las patologías. La Psychopathia sexualis de Krafft–Ebing y sus variados testimonios hicieron que «la homosexualidad se pusiera a hablar de sí misma» (5). El ser del homosexual no se reduce solo a su sexualidad.

Variabilidad de las normas societales, los antropólogos norteamericanos. En estudio desde la década de los treinta por los antropólogos norteamericanos Margaret Mead y Bronislaw Malinowski, la observación y sus experiencias in situ en el seno de las sociedades oceánicas muestran la variabilidad de las normas societales.

En Costumbres y sexualidad en Oceanía, Margaret Mead se refiere a sus observaciones. Cada cultura otorga una particular interpretación social a la diferencia de los sexos.

Los temperamentos que consideramos como propios de un sexo determinado, pueden ser solo simples variantes del temperamento humano, y […] la educación es la que, con más o menos éxito y según los individuos, permite a los hombres y a las mujeres, o a los dos, relacionarse [6].

Se acepta que ningún hombre sea capaz de guardar un secreto […].

Se considera que solo a los hombres les guste jugar con los niños pequeños.

Casi todos los trabajos domésticos poseen un carácter demasiado sagrado para que se les confíe a las mujeres […] [7].

Estas observaciones sirvieron de apoyo a la denuncia de los estereotipos femeninos y masculinos en nuestras sociedades occidentales, que dieron paso a los movimientos feministas.

Las normas no cesan de transformarse, no operan de la misma forma en todo tiempo y lugar, y, por tanto, no son estereotipos dentro de un esquema único. Se trata de una primera etapa hacia la elaboración del concepto de género.

La identidad sexual es una construcción social, Simone de Beauvoir. Verdadero escándalo literario, El segundo sexo de Simone de Beauvoir denuncia en 1949 la jerarquía de los sexos. Este ensayo feminista da cuenta de la discriminación entre el género masculino y el género femenino, en detrimento del segundo respecto al primero.

«No nacemos mujer, nos convertimos en ella». Esta formulación suscita estupor, rebelión e insultos contra Simone de Beauvoir, quien osó proclamar en términos argumentados que el sexo (entiéndase el género femenino) no es un elemento natural. El feminismo denuncia la estigmatización del género femenino dentro de la jerarquía entre los sexos en nuestras sociedades.

La práctica clínica, testimonio de la no concordancia entre sexo y género, los generistas anglosajones. A partir del estudio de la intersexuación y del transexualismo, las investigaciones de Stoller y Money explican el desarrollo normal de la identidad de género. Se interesaron en la cuestión de cómo los niños se hacen masculinos; y las niñas, femeninas.

R. J. Stoller y John Money crean el término gender role (rol de género), que diferencian del concepto más tradicional de «rol de los sexos». Sostuvieron que el género era más una adquisición y un aprendizaje que un proceso innato.

Una referencia para mi práctica clínica. Las observaciones y la ética personal que muestra R. J. Stoller en un enfoque desprovisto de todo juicio a priori, fueron una referencia constante durante toda mi práctica con travestis y transexuales. Pude comparar lo que observaba con lo que él había observado. Casi siempre hallé confirmación. Mi conclusión se refería a la psicoterapia con travestis o transexuales que no se encamina a la «normalización».

El género es una construcción en forma de rompecabezas, en el que cada pieza llega a encajar en otra para que suceda «el género». Primero relacionado con el sexo biológico, puede liberarse de este en un ser vinculado a aspiraciones íntimas que hacen del ser un «ente» fenomenológico, independiente y libre.     

Segunda parte. Fantasmas: la amenaza del gran caos

I. Voces se elevan contra una supuesta «teoría del género»

a) Primera condena del género, la Biblia. El Antiguo Testamento condena la transgresión de la norma sexual, ya que prohíbe que se tome el género del sexo opuesto al suyo. Aunque no aparezca como tal, la cuestión del género está presente en esta prohibición.

Observación. A pie de página se nos hace saber que la cita literal en el original era: «No habrá hábito de hombre en una mujer, alusión a los disfraces que se practicaban en ceremonias paganas» (8).

La primera prohibición literal muestra que se enuncia una discriminación adicional en contra de las mujeres, ya que solo se refiere al sexo femenino. Como si fuera impensable que un hombre pueda desear llevar vestimentas de mujer.

b) Un gran paso para el feminismo, un pequeño paso para el género, Simone de Beauvoir. En 1949 el combate de Simone de Beauvoir se inscribe como una filosofía feminista contra la discriminación sexual de las mujeres. Sin embargo, esta lucha no está exenta de la identidad sexual.

La Iglesia Católica afirma que el libro de Simone de Beauvoir «no tuvo gran alcance, sino entre los intelectuales “de moda” y dentro de la corriente feminista» (9).

A pesar de críticas e injurias, El segundo sexo y Simone de Beauvoir, calificada con epítetos como «Nuestra Señora de Sartre» o aun «La Gran Sartrosa», siguen siendo una referencia de la filosofía feminista, incluso en la actualidad.

c) Las acusaciones contra el concepto de género: los interdictos de la Iglesia. El dogma de la Iglesia es que el sexo genético programa la sexualidad. Un sexo macho copula con un sexo hembra dentro del buen orden de la heterosexualidad con vistas a la procreación, portadora de nuestra civilización. Sin el soporte sexuado del género, nos dirigiríamos hacia una sociedad andrógina. El buen orden del mundo estaría amenazado por ello.

En Europa, el modelo familiar se estructura alrededor de la célula «un hombre-una mujer-niños». Aparecido a finales de la República romana, este modelo permaneció durante dos milenios, apoyado por el cristianismo.

Después de dos siglos, la sociedad se individualiza y el paisaje queda modificado de forma profunda por el hecho de la separación del Estado y las religiones. Si hasta ese momento las estrategias de alianza habían dominado en la selección de la pareja, ahora se encuentran ligadas al deseo y, al mismo tiempo, a la versatilidad.

Desde 2006, una conferencia de los obispos de Francia tendrá repercusiones en el mundo social contra el libro El género en disputa… de Judith Butler y «la teoría del género», que forman el objeto de los ataques dirigidos por parte de la Iglesia y de toda la sociedad civil, además de otros ataques de la clase política, psicoanalistas, filósofos y hasta feministas.

Monseñor Ginoux denuncia así un proceso de autoengendramiento: «Ya no hay lo dado  con el que aprendamos a vivir; ya no hay entonces creación: yo me creo según mi inspiración para ejercer la función y el rol social que quiero» (10).

d) La incitación a los fantasmas. Cuestionada como teoría, el concepto de género constituye el objeto de numerosas acusaciones meditadas y fantaseadas:

1.    Querer hacer desaparecer la diferencia de los sexos y la naturaleza en su conjunto. Dicha teoría trataría de anular el hecho de que existen hombres y mujeres, y así permitiría que todos seleccionaran lo que se es:

Según su voluntad, cada uno se construye, cada uno se inventa y puede tener elecciones alternativas de sexualidad. Estas teorías se inscriben en la idea de que la naturaleza, lo dado sexuado, sería una molestia de la cual debe liberarse la sociedad postmoderna [11].

Aquí aparecen una mala interpretación y una sustitución de las ideas, ya que ello es falso. Judith Butler expone con claridad en su libro Mecanismos psíquicos del poder cómo el infante sufre una sujeción-sumisión constitutiva de su subjetivación. El infante no tiene más elección que subordinarse a la ley de los padres, lo que se relaciona con el desarrollo de su identidad sexual. El infante se somete a esa ley porque la sumisión es la condición de su existencia.

Identidad sexual y sexualidad se someten a la educación de los padres, apoyada por los poderes políticos de la sociedad civil.

2.    Desbiologizar la identidad sexual. La relación de evidencia y de conectividad «natural» entre sexo y género se apoya en un consenso de todas las clases de la sociedad.

Los estudios sobre el género y el sexo permitieron desconectar la equivalencia entre sexo y género. Ahora bien, para la Iglesia esta desconexión constituiría una herejía y una estupidez, puesto que abriría la posibilidad de elegir su género, así como su orientación.

El concepto de género no dice tal cosa. Dice muy simplemente que sexo y género no tienen relación.

3.    Amenazar a la sociedad heterosexual con la sociedad homosexual. A la condena general de las conductas desviadas le siguen la homosexualidad, la familia homosexual y, por consiguiente, el género. Todas estas conductas serían amenazas contra la heterosexualidad.

Para Jacques Arènes, psicoanalista y miembro del Consejo de Familia y Sociedad de la Conferencia de Obispos de Francia, «la teoría del género» trata de desembarazarse de la diferencia como dinámica de la alteridad. Durante una conferencia en 2006, su intervención es una verdadera acusación homófoba, aunque lo niega:

La autocreación continua se aleja así del drama existencial que es la homosexualidad, que regresa y se recupera como drama muy mediocre de la homofobia y de la imposición de normas insoportables [12].

La homosexualidad no es un «drama existencial». Esta idea vacía es una estigmatización moral de la sociedad que rechaza y condena toda diferencia.

4.    Querer transformar a la familia heterosexual sacralizada. Los censores rechazan tomar en cuenta la realidad de las transformaciones de la familia: parentesco metamorfoseado, recompuesto, monoparental, homosexual, bígamo, polígamo,… Todas estas maneras de ser se conjugan ahora en plural, muy lejos de esa naturaleza única de la pareja heterosexual. Se trata de conductas hace mucho instaladas en la sociedad, vividas y muy enraizadas a la espera de una oficialidad jurídica.

Las estructuras del parentesco son múltiples y evolucionan con el transcurso del tiempo. Tener convicciones, ya sean religiosas o de otro tipo, no exime de tener en cuenta las realidades. Un vacío jurídico inquietante reina en Francia.

5.    Comprometer el futuro del feminismo. Para Sylviane Agacinski, colocar la cultura y sus excesos en una posición trascendental genera una angustia ante el futuro del feminismo, ahogado en el gran caos del género. La «teoría del género» desemboca en callejones sin salida, y para esta filósofa ya no habría sexo, sino una multitud de géneros. No existiría la amenaza de neutralizar la alteridad sexual, incluso si fuera necesario reconocer «la brecha irreductible de la diferencia […] en beneficio de una antropología diferencial» (13). Es no reconocer que la humanidad se dirige hacia una reducción de las diferencias y se encuentra dentro de una antropología reconciliatoria de la carne y el espíritu.

II. La interiorización de los interdictos

La norma societal impone su ley al individuo aislado. El ideal del Yo, el Superyó, es el representante de las instancias culturales ante el Yo. La sociedad recuerda al individuo aislado las normas de la moral, la cual se ha asentado en cada individuo dentro de su aparato mental mediante las identificaciones primarias, parentales, societales y religiosas que hemos interiorizado. Esta interiorización se realizó con el gendarme, el guardián de la norma que es el superyó psicológico que nos enseña el «principio de realidad».

La ley médica, realzada desde el siglo xix por las instituciones civiles (policía, justicia), es la ley secularizada de la norma religiosa [14].

El individuo aislado interioriza la norma societal como ley.

En El yo y el ello, aparecido en 1923, Sigmund Freud explica:

Parece que las experiencias vividas del yo se pierden, en primer lugar, por el patrimonio hereditario, pero si se repiten con frecuencia y fuerza suficientes en numerosos individuos, pasando de una generación a otra, se transponen, por así decirlo, como experiencias vividas del ello, cuyas huellas se mantienen por herencia. De este modo, el ello hereditario aloja los restos de las existencias de numerosos yo, y cuando el yo extrae el superyó del ello quizás no haga más que poner al día figuras más antiguas del yo y resucitarlas [15].

Nuestros actos conscientes provienen de influencias hereditarias familiares y ancestrales que forjaron nuestra personalidad. Todos los interdictos promulgados fueron interiorizados desde los tiempos más remotos.

El Gran Yo de la sociedad es eso que vigila para prevenir el desorden engendrado por las impulsiones incontroladas, no reprimidas, de esa sociedad que solo quiere obedecer el principio del placer, excepto que precisamente ese principio hace progresar la humanidad hacia más tolerancia ante conductas arrojadas a lo fuera de norma.

No hay teoría de género. Solo hay representaciones del lugar del hombre en el universo que se vinculan a creencias religiosas, científicas e históricas transmitidas por el aprendizaje de las representaciones de la tradición de todos los juicios de valor a través de generaciones que colocan la controversia acerca del género en el centro de la cuestión ética.

 

Tercera parte. Evolución, posibilidades

El género es un proceso en conversión perpetua, no paralizado en el tiempo, susceptible de variar y de evolucionar.

Argentina grabó en las tablas de sus leyes la no conexión entre sexo y género, y a partir de ahora todo ciudadano puede inscribir libremente en su carné de identidad el género de su elección, sin tener que sufrir una operación quirúrgica de cambio de sexo. Hasta la fecha la Argentina no ha autorizado la PMA (procreación asistida médicamente) ni la GMA (embarazo asistido médicamente), tan temidas por los adversarios del concepto de género en Francia. Se clasifican dentro de «todo es posible».

De forma paradójica, la interrupción voluntaria del embarazo se penaliza en Argentina. Por tanto, según el artículo 86 del Código Penal argentino, en el capítulo «Delitos contra la vida», esta interrupción se autoriza en dos situaciones: «violación de una mujer idiota o demente» y «peligro para la vida o la salud» de la mujer. Para los adversarios de esta interrupción, esta medida equivalía de hecho a una legalización de la práctica. Como prueba de que el tema sigue siendo explosivo (mucho más que el matrimonio gay), el gobierno no tardó en dar marcha atrás.

En Francia, ya aparecen ciertas leyes dirigidas a estas transformaciones. El matrimonio homosexual o «matrimonio para todos» se autorizó en Francia mediante la ley del 17 de mayo de 2013, por lo cual se convierte en el decimocuarto país que permite que las parejas homosexuales se casen.

En los Estados Unidos, el matrimonio para todos se autoriza en diecisiete estados más el distrito federal de Washington y se prohíbe en los otros veintisiete. Este matrimonio se clasifica entre los temas más sensibles en el plano político de este país, prueba de que la homofobia resiste.

En la era de la homoparentalidad, se constata que esta se inscribe como resultado de una estructuración de leyes, en la que la última anuncia la siguiente:

·         en el Siglo de las Luces, las minorías se ven favorecidas con nuevos derechos;

·         en la década de los treinta del siglo xx, la medicina despatologiza la homosexualidad, y un poco más tarde los psicólogos no la consideran perversión;

·         la observación de primates revela que mamíferos tan extremadamente cercanos a nosotros como los bonobos y los chimpancés (97 % de genes comunes con el hombre) son bisexuales.

El psicoanalista francés Pierre Fédida precisa:

La fijación con ciertas formas —y también de ciertas formas— va a la par con la regresión, que es el único proceso posible para poner lo vivo en movimiento interno [16].

Desde entonces la homosexualidad se reconoce como normal, y deviene normal que los homosexuales acaben asumiendo, como los demás, su deseo de tener hijos.

El 8 de febrero de 2010, el Ministerio de Salud estableció un decreto que suprime los trastornos de la identidad de género (o transexualismo) de las afecciones de larga duración, consideradas psiquiátricas. En otras palabras, el transexualismo sale del DSM-IV y los transexuales ya no se consideran enfermos mentales.

El deseo de ser reconocido dentro de un género desconectado del sexo biológico, sigue el mismo camino que el reconocimiento y la aceptación de la homosexualidad.

El sentido del matrimonio, los roles del hombre y de la mujer, y la heteronormalidad ya no son los únicos modelos de referencia.

 

Conclusión general. Todo es contingencia en el hombre

El género es una variable en la construcción de la identidad sexual. Sea cual sea, su construcción posee siempre las mismas influencias parentales y societales.

Todo lo apartado de la diferencia conduce a la exclusión y al encerramiento.

La fenomenología de Merleau-Ponty defiende la idea de un ser-ente que rechaza el concepto de esencia del hombre: «El hombre es una idea histórica y no una especie natural» (17).

En la actualidad, vibrar dentro del Gran-Todo humano es dirigirse al sentido de la vida. El reconocimiento de la diferencia es la vida.

Sin este paso inicial, una interrupción mortal va al encuentro de la especie humana a todo lo largo de su evolución.

El concepto de género tiene en cuenta la complejidad de la identidad sexual, es decir, la discontinuidad fundamental entre el sexo biológico, el género social, la sexualidad y el deseo.

 

Referencias bibliográficas

1. Foucault M. Histoire de la sexualité. Vol. II: L’Usage des plaisirs. Col. Tel. Paris: Gallimard; 1984. pp. 15-6.

2. La Biblia. T. I: Antiguo Testamento, Deuteronomio XXII, parr. 5. Paris: Gallimard, La Pléiade; 1956. p. 573.

3. Senéllart M. L´invention de l´homosexuel. Le Magazine Littéraire 2014 Feb; 540:59.

4. Peretti M–L. Le transsexualisme, une manière d´être au monde. Paris: L´Harmattan; 2009. p. 16.

5. Foucault M. La volonté de savoir. p. 134.

6. Mead M. Mœurs et sexualité en Océanie. Col. Terre Humaine Poche. Paris: Plon; 1963. p. 20.

7. Ob. cit. 6:17.

8. Ob. cit. 2.

9. Monseñor Ginoux. L’enseignement des théories du genre : une dérive dangereuse [La enseñanza de las teorías del género: una desviación peligrosa]. 22 de junio de 2011. Disponible en: http://www.eglise.catholique.fr/actualites-et-evenements/dossiers/la-theorie-du-genre/la-theorie-du-genre.html

10. Ob. cit. 9.

11. Ob. cit. 9.

12. Arènes J. La problématique du genre. Conferencia de Obispos. Documentos de los episcopados. 4 de noviembre de 2006. Disponible en: http://www.eglise.catholique.fr/getFile.php?ID=18366

13. Agacinski S. Métaphysique des sexes. Col. La librairie du xxie siècle. Paris: Seuil; 2005. pp. 267-68.

14. Ob. cit. 4:22.

15. Freud S. Le moi et le sur-moi (idéal du moi). En Essais de psychanalyse. Paris: Payot et Rivages; 2001 (1981). p. 280.

16. Fédida P. Des bienfaits de la dépression; Éloge de la psychothérapie. Paris: Odile Jacob. p. 35.

17. Merleau-Ponty M. Phénoménologie de la perception. Col. Tel. Paris: Gallimard; 1945. p. 209.

   

Fecha de recepción de original: 31 de agosto de 2014

Fecha de aprobación para su publicación: 10 de noviembre de 2014

 

 

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