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Revista Sexología y Sociedad. 2013; Vol. 19, No. 2
ISSN 1682-0045
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ARTÍCULO ORIGINAL

La sexualidad en La sombrilla amarilla.
Mensajes al público infantil desde la pequeña pantalla

Sexuality in The Yellow Umbrella—Messages to children from the small screen
MSc. Carolina Díaz Bravo
Centro de Desarrollo y Comunicación Cultural

caro@infomed.sld.cu

Psicóloga y máster en Sexualidad y en Ciencias de la Comunicación.

RESUMEN

A partir de reconocer el importante papel que juegan los medios de comunicación social, y en especial la televisión, en la educación y el desarrollo de la infancia, se desarrolló la presente investigación. Se trató de un análisis de contenido de la La sombrilla amarilla con la intención de estudiar el mensaje sobre sexualidad ofrecido por este programa televisivo infantil cubano. Los resultados del trabajo, realizado desde una perspectiva esencialmente cualitativa y sustentado en los presupuestos de la ciencia de la comunicación, la psicología y la sexología, permitieron caracterizar el tratamiento del tema de la sexualidad en dicho espacio y la elaboración de un conjunto de recomendaciones, desde la perspectiva de la educación sexual, acerca del manejo del tema en espacios de este tipo.

Palabras clave: televisión, educación de la sexualidad, infancia

ABSTRACT

This research was developed to recognize the important role played by social media, especially television, in the education and development of children. The content of The Yellow Umbrella was analyzed with the intention of studying the message about sexuality offered by this Cuban children television program. The results of this research, with an essentially qualitative approach and based on the estimations of communication science, psychology and sexology, allowed to characterize the treatment of sexuality in this program and the development of a series of recommendations about the approach of this subject in children programs from the perspective of sexual education. 

Key words: television, sexuality education, childhood

Introducción

Hoy los seres humanos nos encontramos bajo la influencia creciente de los medios y tecnologías comunicativas. Los medios de comunicación social cada día tienen mayor protagonismo en la vida cotidiana, desde los espacios públicos hasta los privados.

Dentro de este panorama, y pese al desarrollo de las llamadas «nuevas tecnologías», la televisión continúa siendo el medio de comunicación social de mayor impacto. Esta se adentra en los hogares y en un tiempo breve lleva a muchísimas personas su mensaje, apoyado en imagen y sonido. Con su riqueza de géneros, formas y códigos, así como con la gran credibilidad de su caudal informativo, mantiene un amplio público cautivo, que sigue prefiriendo su consumo al de otro medio de entretenimiento.

Estadísticas de distintas latitudes señalan el incremento del número de horas que infantes y adolescentes pasan frente a un televisor. Desde edades muy tempranas se inicia la exposición a la pequeña pantalla y llega, en múltiples ocasiones, a suplantar la vida de relación y los espacios de juegos. En España, por ejemplo, se calcula que son entre mil y mil quinientas horas de televisión las que ven niñas y niños en un año, por lo que se convierte en la segunda actividad después de dormir (1), superando el tiempo dedicado a la escuela. Asimismo, un estudio latinoamericano con infantes de Argentina, Brasil, México, Chile y Colombia reporta que se ven diariamente tres o más horas de televisión, siendo muy pocos los que miran menos de una hora (2). En Cuba, en resonancia con la tendencia existente en el resto del mundo, ver televisión constituye la actividad extraescolar a la que más tiempo dedica la infancia (3, 4).

Su influencia se deja ver en los juegos, las conversaciones y las resignificaciones de los contenidos cuando asocian lo que ven en la pantalla con la vida real, con sus conocimientos y experiencias.

La televisión es portadora de amplia información, permite viajar en el tiempo y acortar las distancias, así como conocer culturas y personas diversas. Sus programas proponen conocimientos, valores, comportamientos, patrones de belleza, modelos sexuales,… Según algunos especialistas, puede llegar a modificar hábitos, ideologías y costumbres.

Múltiples funciones le son atribuidas a la pequeña pantalla, asociadas al contenido de su programación y a las características propias del medio. Se afirma su contribución al entretenimiento, la información, el desarrollo cultural, el enriquecimiento espiritual, la educación y el proceso de socialización. Deslindar unas y otras, resulta delicado porque suelen entrelazarse.

Coincidimos con G. Orozco cuando plantea que la función «educativa» de la televisión rebasa los límites de la programación calificada como instructiva, ya que su poder como educadora radica más que en los contenidos y las intenciones de los emisores y en la relación que establecen los/las televidentes con el medio, a partir de múltiples mediaciones (5).

La sexualidad, como estructura de la personalidad, no queda excluida de las influencias televisivas. Por tal motivo, las/los profesionales que trabajamos el tema de la educación sexual, no debemos ignorarla.

En nuestro país, el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), líder del Programa Cubano de Educación de la Sexualidad, valora el importante papel que están llamados a cumplir los medios de comunicación social en la promoción de un ser humano pleno. Así, desde hace más de dos décadas, promueve el vínculo de trabajo con el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT).

Otras naciones también han reparado en la necesidad de esta alianza y en la convicción de que los medios de comunicación social pueden y deben ser aliados de la educación. De este modo, han desarrollado campañas educativas apoyadas en medios concebidos tradicionalmente para el entretenimiento y han insertado contenidos educativos en la televisión comercial.

Vale mencionar la experiencia de Televisa, cadena de televisión mexicana que, bajo la conducción de Miguel Sabido, creador de una metodología de educación por el entretenimiento, planteó en 1967 utilizar la telenovela para promover causas sociales a gran escala. Entonces sus temas aludieron a la planificación familiar, la anticoncepción, la paternidad responsable, la integración de la familia, la necesidad de superación, el machismo y la educación sexual a adolescentes como responsabilidad social (6).

Prácticas similares se registran en Brasil durante las décadas de los setenta y ochenta por la Fundación Centro Brasilero de Televisión Educativa (TVE) y la Red Globo de Televisión, empeños fortalecidos en 1990 cuando profesionales de esta Red, bajo la conducción de Marcio Chiavo, proponen el «mercadeo social» como metodología de trabajo en esta dirección (6).

También en el campo de las investigaciones de la comunicación resulta oportuna la articulación de saberes interdisciplinarios. Acotaciones interesantes sobre el género como mediación en la recepción televisiva infantil; la influencia de la televisión en la reproducción de los modelos genéricos estereotipados; y alusiones a la preocupación de la familia por la posible influencia de los contenidos sexuales que exhibe la televisión, se encuentran en estudios de comunicación centrados en la recepción y las audiencias. Los trabajos de González en 1988, Orozco y Viveros (1995), Grajeda (1995), Alfaro y Macassi (1995), Merlo (1996), Quiroz y Tealdo (1996) y Morgan y Shanahan (1995), referidos por Orozco (7), dan cuenta de ello.

Desafortunadamente se registran escasos estudios cubanos relativos a la televisión infantil. No obstante, merecen destacarse los realizados por el Centro de Investigaciones Sociales del ICRT (8-12), que aportan rica información acerca de los hábitos de consumo televisivo de este público, sus gustos, preferencias y sugerencias acerca de los espacios diseñados para esta edad; y las investigaciones desarrolladas desde la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana (13, 14). Centrados en la sexualidad aparecen los de C. Díaz Bravo (15) y A. Martínez Enríquez (16).

Con la intención de avanzar en este propósito, la presente investigación se planteó la siguiente interrogante: ¿qué tratamiento recibe el tema de la sexualidad en el programa de televisión infantil La sombrilla amarilla?

Se trata de un espacio creado para infantes de entre seis y once años de edad que llegó a convertirse en el de mayor teleaudiencia (8). El mismo se insertó en el horario de programación destinado a dicho público en el canal Cubavisión del Sistema Nacional de Televisión, que se caracteriza por ser estatal, de servicio público y no poseer fines comerciales. Un programa colocado en el medio de comunicación social de mayor impacto (17), al que tienen acceso niñas y niños de los lugares más apartados del país.

Guió el estudio la premisa de que los programas televisivos dirigidos a este público pueden favorecer el desarrollo pleno de la sexualidad, a través de la promoción de modelos de género no sexistas, la presentación de patrones de belleza no estereotipados, la preocupación por el cuidado del cuerpo, la exhibición de conductas acordes con el desarrollo de la sexualidad en las diferentes etapas de la vida, la puesta en práctica de estilos de comunicación ricos en expresiones de afecto y alejados de la violencia, la promoción de estilos de afrontamiento inteligente a las situaciones de la vida cotidiana, así como el fomento de valores esenciales al ser humano.

Los objetivos propuestos fueron caracterizar el tratamiento del tema de la sexualidad en el programa La sombrilla amarilla y ofrecer recomendaciones sustentadas en el desarrollo psicosexual y la educación de la sexualidad, acerca del manejo que debe recibir el tema de la sexualidad en espacios infantiles de televisión.

Detenerse en el análisis de contenido de esta propuesta televisiva permitió acercarse a  los modelos de conductas, valores y estereotipos, que de esta provienen y que pueden llegar a constituirse en marcos de referencia para el desarrollo psicosexual. Posibilitó conocer algunos de los patrones que, conjuntamente con otros sugeridos por otras instituciones sociales, ayudan a los/las infantes a organizar e interpretar la realidad, los cuales pueden contribuir a modelar sus actitudes y comportamientos en situaciones concretas de la vida cotidiana.

Los resultados obtenidos contribuyeron a la elaboración de una propuesta de observaciones para el abordaje de los contenidos de sexualidad en programas televisivos dirigidos a la infancia, la cual pudiéramos compartir próximamente.

Este trabajo se sumó al sueño de lograr un mundo mejor para la infancia y de contribuir a la promoción del bienestar social, espiritual y moral, y la salud física y mental de las/los menores, contemplados en los artículos 12, 13 y 17 de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas. Constituyó un esfuerzo más por llegar a una valoración justa de los efectos de la televisión, para evitar caer en los extremos de magnificarla o trivializarla.

Material y método

Se trató de un estudio descriptivo dentro de un diseño de investigación de corte cualitativo con elementos cuantitativos.

Tomó como universo el segundo ciclo de programas de La sombrilla amarilla. La selección de este espacio se justificó por ser el programa de televisión de facturación nacional que ha contado con mayor aceptación dentro del público infantil.  

La muestra quedó compuesta por quince programas de La sombrilla amarilla del segundo ciclo producido, salidos al aire por primera vez durante el verano del año 2002. La decisión de esta cifra responde al criterio de saturación y suficiencia de la información aportada por los mismos y a la estabilidad de la caracterización psicológica de cada uno de los personajes de uno y otro género.

Para responder a la pregunta y los objetivos de la investigación, se empleó la técnica del análisis de contenido.

El análisis de contenido, como proceso científico, se ubica en el ámbito de la investigación descriptiva. Es un método empírico que no cuenta con un modelo acabado. En su aplicación cada investigador tiene que desarrollar su capacidad en la elaboración de sus técnicas sin perder de vista la formación que posee como analista y el contexto en el cual lo realiza.

Su empleo reporta  como beneficio permitir el procesamiento de un dato para llegar más allá de su significado primero, descubrir los componentes básicos de un fenómeno determinado a través de un sistema de categorías que permiten asegurar su validez. Posibilita descubrir la estructura interna de la información reflejada en el material comunicativo, tanto en su composición y forma de organización, como en su dinámica.

En la presente investigación permitió la indagación sobre el tratamiento dado a la sexualidad en un programa televisivo infantil, y facilitó develar qué imagen de tan importante dimensión personal se transmite a través de las palabras, los gestos, las conductas y las interacciones de cada uno de sus personajes.

La estrategia metodológica seguida puede describirse de la siguiente manera. Primero, se realizó la elección de la televisión infantil como objetivo del análisis de contenido, y luego la delimitación del período de producción de la televisión infantil cubana a utilizar. Posteriormente, se llevó a cabo la consulta de las investigaciones realizadas por el Centro de Investigaciones Sociales del ICRT acerca de las preferencias televisivas del público infantil, con la intención de seleccionar cuál sería el programa en el que centraríamos nuestro estudio. Continuó con la determinación de las unidades de análisis, de contexto y de enumeración; avanzó con la definición de las categorías a utilizar para el análisis de contenido. Luego, se procedió a la realización de las inferencias con mediación de los constructos analíticos, transformando el dato en los elementos relevantes a nuestras categorías y objetivos. Y por último, después de terminado el análisis, se procedió al control de la confiabilidad y validez, proponiendo la verificación de la uniformidad del juicio de diferentes codificadores sobre un mismo dato, definida como triangulación de los observadores o triangulación del investigador.

Como unidad de análisis se tomó el personaje. Cada uno de ellos constituyó un núcleo con significado propio que fue objeto de estudio; el segmento o porción de contenido a analizar y registrar. Coincidió esta con la unidad de registro, que es la sección más pequeña en la que el investigador cuenta la aparición de una referencia. Esta unidad debe clasificarse sin perder de vista su relación directa con el contexto en que aparece (por ejemplo, tipo de programación, escenario que intenta reproducir y época a la que alude), pues solo dentro de este se puede conocer cuál es la dirección de su significado; esto es conocido como unidad de contexto.

De este modo se analizaron los siete personajes protagónicos de La sombrilla amarilla (Marcolina, Enrique Chiquito, Chele, Albertico, Tin, Anita y Monchipío), atendiendo a la interrelación que entre ellos se produce y el contexto en que se desarrollan, lo cual desempeña un papel decisivo en la información que se transmite.

Tomar como unidad de análisis los personajes, permitió acercarse a la imagen de sexualidad que maneja este espacio, una vez que entendemos la sexualidad como todo el sistema de relaciones que se establecen a partir del ser mujer y ser varón. Al mismo tiempo, posibilitó realizar observaciones diferenciales entre géneros, así como entre personajes representativos de diferentes generaciones.

La definición de las categorías para la codificación del contenido y su cuantificación se produjo en la misma medida en que avanzó el análisis de la información, teniendo en cuenta que estuvieran en concordancia con los objetivos de la investigación, definieran de forma concisa los elementos con que se operaba y no fuesen términos ambiguos o complejos pero sí mutuamente excluyentes.

Así se definieron para el análisis del tratamiento de la sexualidad las siguientes categorías:

  • género: refiere la construcción social del ser hombre y ser mujer, las relaciones que establecen los seres humanos a partir de esta condición;
  • vida afectiva: incluye las vivencias, experiencias y acciones relacionadas con los afectos y los sentimientos que condicionan las reacciones del ser humano con respecto al mundo y los otros seres humanos;
  • vida de relación: circunscribe las intenciones, aspiraciones, intereses, deseos y necesidades referidas por los sujetos en el discurso o la acción vinculados con el trato con las demás personas;
  • cuerpo: conjunto anatómico estructurado, territorio íntimo/público de configuración de la identidad personal y sexual, e incluye lo relativo a su cuidado e higiene;
  •  intelecto y desarrollo: cualidades que dependen de la inteligencia, su perfeccionamiento y su cultivo en pro de un mayor dominio de los conocimientos y la naturaleza, así como el comportamiento más culto de la sociedad;  incluye las disposiciones a afrontar situaciones diversas de la vida cotidiana;
  • valores: aquellas creencias relativamente permanentes acerca de que un modo de conducta particular o que un estado de existencia es personal y socialmente preferible a otros modos alternos de conducta o estados de existencia; además, para considerar que algo es un valor, se tendrá en cuenta que sea una cualidad expresada verbalmente (directa o indirectamente), conductualmente, que sirva de guía, de norma de conducta, de criterio de juicio o que suponga la preferencia o posibilidad priorizada de actuación o de existencia en situaciones análogas;
  • espiritualidad: refiere sentimientos y vivencias que generan bienestar, salen del marco de lo instintivo conservador de la individualidad y se acercan a valores generales, imperecederos o trascendentes;
  • rasgos típicos: incluye otras características y cualidades relacionadas con el temperamento, el carácter, las aptitudes, el físico, el lenguaje y otras cualidades y valores que no quedaron incluidos en las categorizaciones generales.

La transformación del dato en categorías concretas factibles de analizar —y cuantificar en los casos necesarios, según su frecuencia de aparición, denominada unidad de enumeración—, fue posible gracias a las hojas de registro.

Como el propósito de esta investigación superaba la búsqueda de resultados aparecidos explícitamente, se procedió a la tarea de realizar inferencias a partir de establecer relaciones entre los datos explícitos y la información implícita en cada unidad de análisis. Esto permitió avanzar en el «dibujo» de un cuadro más completo de los mensajes que sobre sexualidad se ofrecen en este programa televisivo infantil.

Resultados y su discusión

Para realizar la caracterización del tratamiento de la sexualidad en La sombrilla amarilla se integró, por categorías, la información derivada del análisis de contenido de cada uno de sus personajes.

Al considerar que la construcción social del ser mujer y del ser varón marca de forma decisiva el desarrollo de los individuos y la forma de vivir la sexualidad, interesó prestar atención al género como perspectiva de análisis, aun cuando por sí mismo constituyó una de las categorías asumidas en el código que guió el estudio.

Otro motivo de reflexión lo constituyeron los matices derivados de las diferencias generacionales, después de identificar a sus personajes como representantes de la infancia (Chele y Albertico), de la juventud (Anita, Tin y Monchipío) y de la adultez (Marcolina y Enrique Chiquito).

Dentro de la categoría género se incluyeron los roles de género asumidos, los estereotipos sexistas planteados y los elementos dinamizadores de cambio en esta dimensión. Aquí se observó que la mujer es presentada generalmente en el desempeño de funciones tradicionalmente asignadas a ella: preocupada por los demás y entregada a estos; presumida; sensible y habilidosa en el cuidado de un bebé; ordenada; presta a la atención de las plantas y los animales; diestra en la cocina y la limpieza. Dichas capacidades y habilidades están en sintonía con el desempeño de Marcolina como excelente ama de casa y mujer maternal.

Afortunadamente se introdujeron a la par elementos que apuntaron a la ruptura de estereotipos sexistas asociados a este género. Valoramos como positivo la declaración de Marcolina sobre sus juegos de infancia «trepada en los árboles»; el hecho de ser Chele una niña traviesa que tiene como mejor amigo y compañero de andanzas a un varón; y la existencia de una jovencita aventurera (Anita).

Las mujeres de este espacio en alguna medida se alejaron de la imagen que como tendencia invade los materiales audiovisuales para infantes en otras latitudes del planeta. No son Chele, Anita y Marcolina mujercitas superficiales, sumisas, dependientes e inmaduras, privadas de hazañas y aventuras como las referidas por otros investigadores (18-20).

A nuestro juicio, el problema no debe ser cuestionar que las mujeres sean portadoras de sensibilidad y destrezas hogareñas; el asunto radica en abogar por la legitimación de otras habilidades y funciones que enriquecen su crecimiento personal. No se trata de hacer privativas de un género algunas virtudes; se hace necesaria la promoción de capacidades y comportamientos que preparen para el disfrute de las relaciones de mujeres y varones en un plano de equidad, libres de rivalidades y ambivalencias afectivas.

Los hombres de La sombrilla amarilla asumieron roles asignados a lo largo de la historia al género masculino: cartero (Monchi), reportero (Tin) y médico cirujano (Albertico en sus juegos), y reflejaron en sus acciones el coqueteo con las mujeres y la torpeza en el cuidado de los bebés, atribuciones masculinas reforzadas culturalmente. Sin embargo, se resistieron a la asunción de otros estereotipos, pues se presentaron preocupados y entregados a las demás personas, dispuestos al cuidado de un bebé y capaces de ordenar una casa, cocinar y cuidar de las plantas y los animales.

Continuaron sus rupturas con el sexismo al darse permiso para expresar sus sentimientos y emociones, declarar que sienten miedo y llorar. Al presentarse a Enrique Chiquito delicado, romántico y capaz de cuidar de un bebé; y a Tin con el cabello largo, por citar algunos ejemplos, se dan pequeños pasos que conducen a la modificación de esquemas que, en nombre de la virilidad, se tornan elementos empobrecedores del alma.

Las imágenes de varón vinculadas a la violencia, el poder y el autoritarismo, frecuentes en los animados y apuntadas en investigaciones sobre el tema, no se corresponden con las de los personajes masculinos objeto del presente trabajo. La rivalidad y el éxito obligado no fueron contemplados como atributos de masculinidad en La sombrilla amarilla.

Mujeres y varones introdujeron elementos de cambios en las imágenes tradicionales de género, compartidas por la sociedad y reforzadas por los medios de comunicación social históricamente. Propuestas similares, que apuestan por promover el movimiento en tal sentido, han sido mostradas en El camino de los juglares, otro espacio infantil de la televisión cubana (15).

En cuanto a la vida afectiva, en especial a la expresión de los sentimientos, no se apreciaron grandes diferencias genéricas y generacionales. Primó en todos los personajes la alegría, traducida en risas, cantos, bailes, juegos. Se exteriorizó el gozo generado por el logro de una meta, la posesión de conocimientos o el placer de compartir. Sin embargo, aun cuando los varones aquí, niños, jóvenes y adultos, no aceptaron la imagen de hoscos y rudos tradicionalmente asociada y se convirtieron en protagonistas por excelencia de cariño; las mujeres en ocasiones proyectaron imágenes coincidentes con estereotipos: melodramática, celosa, tierna, cariñosa, preocupada, más miedosa y expresiva que el hombre.

El cultivo de los sentimientos de amor —entiéndase, las acciones que favorecen o estimulan la expresión de vivencias o experiencias afectivas positivas— caracterizaron el comportamiento de cada uno de los personajes.

Las expresiones de afecto en múltiples ocasiones se complementaron con acciones que revelan el roce o contacto físico entre las personas, es decir, besos, abrazos u otro tipo de acercamientos. En estos intercambios se apreciaron mínimas diferencias entre mujeres y varones, siendo las primeras más pródigas en besos y abrazos, aunque los varones no mostraron limitaciones en este sentido e igualaron a las féminas en los abrazos grupales y las caricias delicadas.

Al centrar la mirada en pequeños detalles, se observó que el hombre que mayor cantidad de besos y abrazos intercambió fue Albertico, el niño de la «familia de amigos», resultando menos frecuentes estas muestras de contacto físico en los jóvenes Monchipío y Tin.

Un clima de cordialidad con un estilo de comunicación claro y directo sustentó las relaciones interpersonales, legitimando la viabilidad y riqueza de las relaciones intergeneracionales basadas en el respeto. En la «casita de Marcolina» mujeres y varones, de todas las edades, expresaron con sinceridad sus sentimientos, estados de ánimos, puntos de vista, preferencias y disgustos, y compartieron alegrías, preocupaciones, vivencias, conocimientos y experiencias.

El ejercicio de una comunicación enriquecedora derivó en la solución a los conflictos presentados. El adecuado manejo de las situaciones conflictivas transmitió la idea sobre la posibilidad de discordia, entendimiento y reconciliación entre las/los amigos.

La tendencia a extrapolar las formas de relación adulta a la infancia, se dejó ver en diálogos y expresiones de picardía. Tales insinuaciones provocaron la negación infantil: Chele, ante la insistencia por parte de Anita de hacerse novia de Albertico, declaró ante el grupo «yo soy solo su amiguita» y se «desmayó» cuando le proponen que se enamore, como diciendo, en tono de farsa, que «eso es un gran disparate». De este modo, se planteó una oposición a esta idea errada continuamente reforzada, al mismo tiempo que se contribuyó a legalizar la amistad entre personas de diferente sexo.

Con declaraciones explícitas y a través del comportamiento de la necesidad de comunicación y vínculos afectivos con los demás se resaltó la trascendencia de la vida de relación para todas y todos los miembros de la «familia de amigos». El saludo, la bienvenida cariñosa y el compartir tareas en grupo constituyeron motivos de bienestar.

Se reforzó la idea del «hogar», de la casa como lugar de encuentros, como sitio donde se disfruta y se crece. Ponerla bonita, ordenarla y convertirla en un espacio de bienestar involucró con agrado a varones y mujeres de todas las generaciones.

El compromiso con el grupo de pertenencia, experimentado por cada uno de los personajes, y la entrega a este descansaron en los vínculos afectivos establecidos. La disposición a compartir conocimientos y habilidades, transmitir buenos modales, jugar, conversar fantasías y colaborar en la solución de conflictos; hacerse partícipes de las sorpresas y buenas noticias, fueron señales de lo valioso que les resulta el grupo. También se evidenció el compromiso con el entorno y la sociedad, traducido en el cuidado a la naturaleza.

Vínculos afectivos de amor primaron en las relaciones interpersonales. Abundaron las muestras de afecto y aprecio, cargadas de sentimientos que inclinan el ánimo hacia lo placentero. Tanto los personajes femeninos como masculinos, sin distinción de generaciones, favorecieron en sus intercambios la promoción del cariño, la ternura, la delicadeza, la estima, la simpatía, la armonía, la cordialidad y la sinceridad. Así contribuyeron a neutralizar el desamor, la violencia y la rivalidad, que en reiteradas ocasiones promueven materiales audiovisuales para infantes.

Sin distinción de género ni edad, cada quien en La sombrilla amarilla certificó el cuidado de la manera de vestir, la armonía entre el estilo del vestuario y el momento y la actividad que se realiza, así como la preocupación por la higiene de las prendas de vestir. Cada cual vistió con estilos diferentes, de acuerdo con las características personales (edad, oficios y preferencias), moviéndose entre la elegancia (los de mayor edad), el desenfado (los más jóvenes) y la frescura (los pequeños).

En otro orden, pero también referido al cuerpo, se puede apuntar el hecho de que no aparecieron en los personajes conductas que promovieran el reto al peligro ni acciones violentas. Este hecho marca otro punto de distinción con otros espacios televisivos infantiles, en los cuales resulta frecuente la presentación de actitudes que atentan contra la promoción de estados de seguridad y bienestar corporal. Reportes de investigaciones (1, 23, 24) comentan la primacía de los contenidos violentos, ya sean en sus formas físicas o psicológicas como en el empleo de las mismas como eje móvil de la acción.

Por la forma en que se diseñaron los personajes, se avanzó en la intención de no reproducir modelos de belleza estereotipados, que pudieran convertirse en mutilantes del desarrollo personal. Los miembros de la «familia de amigos» no centraron su atractivo en las características físicas; pesaron en este sentido sus valores y atributos intelectuales.

Se presentaron propuestas que aluden a las diferentes etapas de la vida: infancia, juventud, adultez y adultez mayor. Aun cuando Marcolina dejó escapar un mensaje que asocia la juventud con la belleza y la ancianidad con cierta minusvalía, se puede afirmar que la tendencia del programa fue resaltar la valía y la belleza de cada edad.

Encontraron espacio personas que por su constitución física no se corresponden con el modelo de belleza tradicionalmente reforzado del cuerpo perfecto y juvenil. Sus mujeres y varones proyectaron disfrutar de su edad y vivir en armonía con su cuerpo. Si bien son delgados o con un peso normal (ni gruesos ni delgados), no transmiten ansiedad en este sentido y se encuentran lejos de convertirse en promotores de trastornos de alimentación.

La incorporación de personas de diferentes razas (blanca, negra y mestiza) en un grupo de amigos y amigas que aseguran muestras de afecto y cordialidad, así como la atribución de buenos modales y sabiduría (cultura, dominio del idioma) al personaje de la raza negra (Monchipío), desvalorizada en ocasiones, pueden interpretarse como contribución a la ruptura de estereotipos y prejuicios raciales que desafortunadamente persisten en la programación televisiva.

Desde nuestro punto de vista, no quedaron fuera del modelo de belleza propuesto las cuestiones relativas a la inteligencia. Tanto los personajes femeninos como masculinos demostraron su capacidad de comprender y conocer el mundo, de conjunto con la habilidad y destreza para afrontar diversas situaciones de la vida cotidiana. La edad no se convirtió en obstáculo de la razón, la vivacidad, la comprensión y el conocimiento. Cada uno desde su experiencia tenía sabiduría que compartir.

Parafraseando los resultados comentados por Merlo Flores (21), se pudiera plantear que, después de visualizar este espacio, al ser interrogados las/los televidentes que no son «altos, flacos, rubios, lindos», no deben sentir la amenaza de «no existir».

Al valorar cuestiones relativas al intelecto y el desarrollo, vale señalar que tanto los personajes femeninos como masculinos dieron muestras de deseo de saber y de preocupación por la superación personal. Solo pequeñas diferencias desde la perspectiva de género encontramos al cuantificar estas evidencias, superando ligeramente los hombres a las mujeres en sus inquietudes asociadas al saber; el niño (Albertico) es el máximo exponente de esta inclinación. Y en consonancia con esto, en el análisis generacional se constató que la infancia apareció como el grupo etáreo con más ansias de saber; en tanto, los adultos, seguidos de los jóvenes, aparecieron como los máximos portadores de conocimientos, siempre dispuestos a responder y satisfacer las curiosidades de las/los menores.

El conocimiento y la disposición a compartirlo, no mostraron distinciones selladas por el género; en cambio, el contenido de este saber sí. Los hombres fueron los portavoces de la ciencia y la técnica, la geografía y el medio ambiente; en cambio, las mujeres fueron las mayores portadoras de los conocimientos asociados al arte, la literatura y las acciones de la vida cotidiana.

Este dato puede resultar curioso al compararlo con las diferencias genéricas reportadas en investigaciones sobre consumo televisivo de la infancia. En estas se apunta la preferencia de las niñas por espacios que privilegian personajes reales y simbólicos y temas de la vida cotidiana; en tanto, los varones optan por programas de acción y son motivados por sus padres a consumir noticieros, películas y programas deportivos. Dichos reportes revelan, en alguna medida, la dinámica que se establece entre la infancia, la familia y la televisión en la modelación del ser mujer y ser hombre.

Las habilidades demostradas también llevaron consigo el sello del género. Las féminas aparecieron con mayores destrezas en cuestiones culinarias y manualidades, siendo estas casi nulas en sus compañeros del otro sexo, los que dieron abundantes muestras de facultades para el baile, el canto y la declamación. En las habilidades sociales se apreció un equilibrio entre ambos géneros.

Igualmente se destacaron en este sentido diferencias generacionales. Las personas de mayor edad acumularon habilidades sociales; y en la figura de Marcolina, competencias culinarias y manuales. Los más jóvenes, especialmente Anita y Monchipío, se destacaron por sus destrezas artísticas. Por su parte, la infancia reveló un equilibrio entre las habilidades sociales y las artísticas, cuestión que concuerda con la concepción de niña y niño alegres y educados.

Al valorar los estilos de afrontamiento a los problemas de la vida cotidiana, se observó que todos los personajes asumieron una posición activa. En el ofrecimiento de soluciones a los trances que vive el grupo se destacaron los varones jóvenes, en especial Tin. En tanto, sobresalieron las mujeres como capaces de afrontar y superar sus conflictos personales.

De dichas actitudes se puede derivar la imagen de hombre maduro, confiable, fuerte y triunfador acostumbrada en los espacios para infantes (19, 22). Pero en este caso, contrario a lo que ocurre de costumbre, la mujer que lo acompaña no es frustrada, pasiva y resignada, pues afronta exitosamente los retos de la vida.

Respaldó la acción de cada uno de sus personajes un sistema de valores que se tornan guía de su conducta y criterio de juicio, los cuales se expresaron verbalmente o a través de la conducta asumida en diversas situaciones. Ocuparon un lugar protagónico los valores vinculados con las relaciones interpersonales, entre los que se destacaron: ser generoso, hospitalario, solidario, sincero, simpático, bueno, sociable, amistoso, desinteresado y humano. Tanto las mujeres como los hombres, sin distinciones generacionales, son exponentes de tales virtudes humanas.

Continuaron esta jerarquía, según frecuencia de aparición, las cualidades asociadas al intelecto y el desarrollo. Aquí se incluyeron los valores: ser educado, culto, inteligente, desprejuiciado, moderno, capaz y elegante. En este caso, dieron los varones mayores muestras de preferencia por estas formas de conductas o estados de existencia.

No faltaron las apelaciones a cualidades instrumentales-actitudinales, las cuales tienen que ver con las actitudes más deseables, con los estilos de afrontamiento a los problemas y situaciones de la vida. Ser activo, responsable, eficiente y organizado, estuvieron avalados por la conducta de personajes femeninos y masculinos, principalmente en la adultez y la juventud.

Por último, se sumaron a la escala de valores las cualidades sociomorales, entre las que se destacaron: ser justo, honesto, honrado y valiente. Dichas virtudes son esbozadas principalmente por los adultos y los jóvenes, aun cuando no son ajenas a los infantes.

Reinó la fantasía en La sombrilla amarilla. Adultos, infantes y jóvenes evidenciaron la facultad de representarse objetos no presentes o de asignarles propiedades no propias de estos, dejando correr la imaginación. La capacidad de fantasear se evidenció en mujeres y varones en iguales proporciones. Dieron cuenta de esto los poderes otorgados a la Sombrilla Amarilla, la fiesta de disfraces con los animales y el violín que muere de tristeza si no lo tocan.

Abundantes conductas, sentimientos y actitudes pusieron de manifiesto la importancia concedida a la vida afectiva. Hombres y mujeres privilegiaron en sus acciones lo sentimental y lo espiritual: al hablar de los tesoros personales, se mencionan gaticos y cajitas que guardan desde un cordel regalado por el abuelo para un papalote hasta caracolitos; al recomendar remedios para curar la tristeza, salen a relucir las flores; como consejo para que crezcan las plantas, se sugiere recitarles y cantarles; y no faltan en cada encuentro los regalitos de Enrique Chiquito, detalles que se hacen valiosos por la ternura que los acompaña.

Los miembros de la «familia de amigos» protagonizaron conductas, sentimientos y actitudes que expresan el compromiso con valores que permanecen más allá del momento en que se vive, y se relacionan con la necesidad de crecer espiritualmente. El patriotismo (entendido desde el amor a la bandera hasta a la música), la amistad, la familia, el amor a la naturaleza, el disfrute del arte, el trabajo, el conocimiento, la educación y el amor fueron declarados como valores trascendentes. Tales promociones se hicieron desde personajes femeninos y masculinos, desde las voces de la infancia, la juventud y la adultez. La impronta del género solo marcó diferencias en el amor al conocimiento, el cual es sellado por varones (Enrique Chiquito y Tin).

Se anotaron otros rasgos en el análisis de cada uno de los personajes. Los hombres se presentaron cariñosos, románticos, exagerados, preocupados, piropeadores, halagadores, espléndidos (Enrique Chiquito principalmente), colaboradores, jaraneros y divertidos. Las mujeres compartieron estos rasgos y agregaron a su imagen ser agradecidas.

Esta enumeración de cualidades se correspondió con las registradas en los estudios sobre la identidad nacional de las cubanas y los cubanos. Así, los personajes de La sombrilla amarilla pueden ser reconocidos por las/los televidentes como cercanos, como personas no ajenas a su cotidianidad, y al mismo tiempo tributar a la consolidación de dichos rasgos, reconocidos como elementos de la subjetividad de nuestro pueblo (25, 26).

Llamó la atención, al detener la reflexión en las diferencias por grupos de edades, la vinculación de rasgos como ser protestón a Enrique Chiquito, personaje alusivo a la adultez, y ser caprichosos a Chele y Albertico, representantes de la infancia. Afortunadamente, en el diseño de cada uno de estos personajes ambas características se integran a otras; de lo contrario, su efecto pudiera incidir en la estigmatización de ambas etapas de la vida.

Cabe puntualizar que el tono de farsa sobre el cual está montado el programa explicó en diversas ocasiones las exageraciones y grandilocuencias de los personajes.

Tras concluir el análisis de La sombrilla amarilla, resultó posible afirmar que este espacio transmitió continuamente, de manera explícita o implícita, mensajes relativos a la sexualidad. Predominó el manejo adecuado del tema, aun cuando existieron propuestas que pueden trabajarse de otra manera.

La introducción de elementos que apuntan a la ruptura de estereotipos sexistas asociados a ambos géneros, las expresiones de rechazo a la asociación a la infancia de los estilos de relación adulta asociados al erotismo, y la propuesta de modelos de belleza no convencionales, que contemplan valores humanos y cualidades intelectuales, así como la legitimación de los afectos, se interpretaron como resortes valiosos para el cambio de los esquemas que frenan el disfrute de una sexualidad placentera.

Este espacio televisivo, caracterizado por su buena factura, constituye un ejemplo de la factibilidad de emplear este medio de comunicación social para la promoción en la infancia de modelos de relación enriquecedores para mujeres y varones.

Las recomendaciones para el abordaje del tema en espacios de este tipo, que desde la perspectiva de la educación de la sexualidad derivó el estudio, pasaron a formar parte del diálogo con sus hacedores.

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Bibliografía consultada

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——————. ¿Qué ofrecemos al público infantil? Sexología y Sociedad 2000; 6(16).

Fecha de recepción de original: 7 de noviembre 2013
Fecha de aprobación para su publicación: 4 de diciembre 2013

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